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CRUZANDO EL PUENTE

PERSONAL

Por los rincones de Almonaster

Entre jaras y alcornocales

cerros de amores encendidos

Encontré en Almonaster

Mis recuerdos ya perdidos.

 

Emoción la de sus vereas

Caminos de jaras y olivares

Sentí en mi alma sentida

La dicha estremecida

De recuerdos inolvidables

 

Pasee por sus calles encontrando el eco inolvidable de su fandango. Cuanta dicha encontré en las profundidades de mis pensamientos, bañados con el aire de  sus cerros pletóricos de encantos y entrañables aromas de poesía.

Aldea erguida, abrazadas al paso de un tiempo nunca ido; veredas, alcornocales, encinas y olivares cogidos de la mano de higueras y chumberas decorando un  paisaje  insólito, lleno de encanto, de estremecimientos íntimos que me hicieron sentir el embrujo de su poesía salpicada con el eco de las palabras de sus gentes.

 

Calabazares, aldea solitaria

Sueños de noches de luna

Brillante luz, luminaria

De la dicha campesina.

 

Huertas, olivares y alcornocales

Caminos, piedras, jaras y riberas

Cristalinas aguas la de sus manantiales

Bañando con amor sus veredas.

 

En Almonaster sentí la poesía

En Calabazares la dicha sentida

Del verso en una tarde anochecida..

TEXTOS LUIS CABALLERO (III)

TEXTOS LUIS CABALLERO (III)

POR ENTRE

LA ALEGRIA DE ALGECIRAS

Y EL VIENTO DE TARIFA

Lo recuerdo con toda la alegría que yo transportaba sobre la alocada inquietud de  mis  24 años. Había  llegado a ese lugar gibraltareño que tanto aman los ingleses  andaluces del gaditano peñón, por eso quiero repetir como fue aquella llegada que yo dejé descrita en otro nostálgico intento histórico-literario.

Algeciras (lugar que yo desconocía) campo militar de las Eras y el Peñón de Gibraltar  presidiendo  su  entorno como  la  torre Eiffel en París y la Giralda de Sevilla. Con  los ojos desorbitadamente atentos sigo conociendo y enterándome de cómo son y suenan estos pedazos de España.

Llegamos a la caída del sol. Nos dicen donde debemos acampar y dormir. Bueno  pues  de momento  sobre  algo de  pasto y de estrellas el artesonado del alto techo. Nos tumbamos pensando en aquel  otro  “paraíso perdido”,  agradable sensación  aún  palpitante  que  nos la borra la interrupción sorprendente de tres enormes  cañonazos  aliados, primer  aviso  que  desde el peñón nos envían nuestros vecinos  ingleses  a modo de bélica bienvenida, y al mismo tiempo por si hubiésemos  que  la II Guerra Mundial cabalgaba a lomos del Peñón más flamenco de Europa  gracias  a  la  milenaria  Cádiz; pétrea  elevación  esta, desde donde, sin descanso  permanecía  el  aparato  defensivo  dispuesto a  acribillar  el cielo y el mar a la menor sospecha.

Un  gigantesco  reflector  peina  de luz la franja de tierra donde nos disponíamos  a dormir, mientras otros largos chorros de luz persiguen al globo que amarrado  a  la  cola de un avión sirve de blanco a una tupida artillería antiaérea que siembra la noche de disparos y rúbricas de humo. Verdaderamente fantasmagórico. Y  escucho  a  un  compañero  decir  en  la  oscuridad de la “amplia habitación” ya medio dormido: “quiyo” ¿estaremos aquí seguros? Yo que sé ¿Mira si se le escapa un cañonazo a un inglés de estos y nos mata a “tos” ahora que parece que  íbamos  saliendo de un lío? Y le dice el otro: Bueno, tu apaga la luz y cállate ya”  - Que ganas de vivir y que ángel –

 No tardó en llegar la orden de nuestra incorporación a la compañía destacada en al “Alto Aragonés”, Tarifa. La razón por la cual nos mandaron a aquellos andurriales obedecía a la instalación de unos enormes cañones mirando al mar sobre Tarifa.

El Teniente se mandó construir una chavola y yo me busqué un rincón en el palomar de aquella casita  que  luego el ejercito expropió sin contemplaciones ¡pobre gente!

Nadábamos en aguas del estrecho protegidos del oleaje por unas grandes rocas. Algeciras  era  durante aquella guerra un puro cabaret, y yo, como “contratado” permanentemente por aquellos flamencos de uniforme no lo pasaba mal.

La  Línea  y Algeciras fueron invadidas por el miedo alegre de grandes oleadas  de  soldados  internacionales  dispuestos  a  conocer España a través de sus vinos  y los  amores  de una noche que para alguno podría ser la última. De momento nos comunican un inmediato traslado. Adiós a Tarifa de Guzmán el Bueno  con  su  ensordecedor viento de Levante en los oídos, su entrada y salida del estrecho  de  todos  los  barcos del  mundo. Adiós a sus áridos montes con algún raquítico  árbol rendido al poniente en una total inclinación provocada por el famoso  viento, y  allá  enfrente, Ceuta  y Tánger como pañuelos blancos tendidos en  el  mar. Adiós  a los marineros cabaret de la calle Munición en Algeciras. Adiós  al Peñón de los cañones. Y adiós a estas oleadas de soldados que transportados  de  un  mar  a  otro  descansaban, ellos y sus barcos, fondeados al costado oeste  de  “nuestro peñón inglés”. Estas  tropas  llenaban tabernas, bares, restaurantes  y  sobre  todo aquellos  cabaret amenizados por señoritas del interior dispuestas  a  hacer  su América a los acordes de aquel viejo y delicioso, sentimental y literario acordeón de todos los puertos de ayer.

 Ahora  dejaremos  el  Gibraltar  de esta otra guerra sil olvidar que una noche de  niebla se estrelló un avión más arriba de donde dormíamos nosotros sobre el pasto. Aunque  otro avión  que  arenizó  averiado  en la extensa playa de Tarifa, aquel  submarino  que bombardearon en circulo una tarde y debieron hundir por lo  que  nos  pareció, los  que se estrellaron sobre las rocas de la isla de las palomas  y  llevaban  las entradas para ir al cine aquella tarde en Gibraltar, y aquella enfermera  que  las olas trajeron muerta. Sabe Dios desde donde, aún con los labios pintados. Dios.... que cosas.

 Ahora  dejábamos  todo  aquello  tan  malo para los que peleaban y tan entretenido, novelesco  y  nuevo  para  nosotros  asomados  a  una  aventura  gratuita escalonada de impresiones extrañas. Nadie  podía  negarnos a nosotros, los últimos y mal mirados soldados penados de pico  y  pala el aprovechamiento cultural de hicimos de nuestros viajes y estancias  por  entre campos  y  pueblos de nuestro país. Una pobre oportunidad que asumimos  algunos con  mucho entusiasmo, mucha  hambre y mucha esperanza. Sin dejar de agradecer el buen corazón de ciertos jefes y oficiales que nos trataron con cariño.

                                                      Luis Caballero Polo

TEXTOS LUIS CABALLERO (II)

TEXTOS LUIS CABALLERO  (II)

DESDE EL ESTRECHO DE GIBRALTAR

AL

GUADALQUIVIR DE LAS ESTRELLAS

      Este viento es otro viento.

      Este viento está callado,

      como escuchando a Cernuda

      y a los hermanos Machado.    

Veníamos  de  un  mar  animado de barcos con cañones y gente extraña dispuesta a Matar antes de que  les mataran a ellos la otra gente, preparada para lo mismo, que así es  la  guerra. Pero nosotros veníamos a los verdes naranjales que perfuman de blanco azahar las familiares orillas de nuestro andalucisimo, Río Grande, río salpicado de pueblos  blancos  de cal, paz y agua mansa pasando sin rumores ¡Qué disparidad de sensaciones entre estas dos situaciones geográficas, la paz blanca del perfumado azahar contra la explosiva pólvora gris de la muerte!

Como celebrar el contento que nos embargaba a todos. Así entremos una tarde, con ese sentido pacifico de bienestar y alegría, en el pueblo ribereño de Lora del Río y con el sol caído y todo como de oro. Ahora no podría explicarme a que vino aquel gesto de amabilidad que me proporcionó la desacostumbrada  sorpresa  de  despertar en la habitación de una casa normal, normalmente acostado en una cama normal.

Sobre  los  adoquines  de  la  calle, haciendo ese compás ecuestre tan flamenco y tan campero, me habían despertado los cascos de los caballos romeros. Lora del Río estaba en fiestas. Lora del Río engalana, lo decía el “Niño de la Huerta” en aquel momento, llenando su pueblo con su milonga a manera de diana “La Romería Loreña” presidida por la Virgen de Setefilla.

Salí  a  la  calle a buscar  a  mi recién casado teniente y señora que pasaba con él unos días en el lugar de nuestro nuevo destino. A mediodía me sentí mal, La joven y encantadora cordobesa esposa de mi jefe se interesó inmediatamente por mi indisposición “ Pues si tiene fiebre. Debias mandarlo a casa por unos  días”. Entonces  comprendí  que  a  ella debía haber dormido aquella noche en una cama normal y no en el suelo de una tienda de campaña allá en el campamento. Benditas sean las mujeres, les debo tanto...

Recuerdo lo mal que llegué a encontrarme aquella tarde abrazado por la fiebre. Me fui a la estación y me tendí en un banco a esperar el tren. ¡Como había cambiado todo en mi vida  aún militarizada! Ya  en  el anden descubro la insólita presencia de una de las mujeres más atractivas que en visto en mi vida. Subimos  a la vez y a la vez ocupamos una de las ventanas del pasillo buscando algo de refresco.

Aquella preciosidad me fue aliviando mientras me aclaraba el porqué de su sorprendente presencia en tan inesperado lugar y momento: Regresaba a su casa en Sevilla después de pasar las fiestas del pueblo con sus familiares. Nos mirábamos como deseándonos, como dispuestos sin más remedio a enamorarnos. Y... nos enamoramos... Fue ella la que dijo que éramos novios  cuando bajamos del tren. ¡Que cosas!

Por  encimas  de  los  obstáculos circunstanciales  que  ahora me  salto, paseé con mi novia y fuimos al cine. Después me despedí para ingresar en el hospital, un hospital fuera de la ciudad, alegre lleno de rosas su amplio jardín. Nunca más la volví a ver, ni supe de aquella novia bellísima, viajera y decidida.

Permanecí  en  el  hospital de las rosas algún tiempo, el suficiente como para que surgiera un dulce rosario de silencios románticos. Era una monja joven, estilizada y granadina, “con la cintura de agua”, que dijera Lorca. Me  cogió  como  un  poco su ayudante para alguna que otra labor simple de hospital. No  hablábamos  más  que lo necesario, pero nos mirábamos. Apenas podía decirle nada, pero... otra  vez Lorca “ Vi  en  sus  ojos Arabia y dos arbolitos locos de brisa y de risa y de  oro”. Andando  le  sonaba  el hábito a vestido de flamenca. Alta , pausada, tal vez orgullosa  y  rebelde. Quien  sabe, decían que era monja porque a su novio lo habían matado en la guerra. Me llamaba para que le ayudara a ordenar cosas allá por los rincones el hospital. “Decirle al  vasco que  lo  estoy  esperando  para que me ayude”. El vasco... (bueno que más da).

Y  yo  la  escuchaba, la  miraba, nos  mirábamos y hablábamos, pero poco. A veces la sorprendía  con  la  mirada perdida, como soñando con el “silencio de cal y mirto” donde bordaba  aquella  otra  monja gitana del  poema de  su  paisano Federico. Silencio dentro del grito de la libertad y deseo condenados.

Yo  tenia  una amiga de amarga clausura, de sacrificio escondido. Nos hacíamos falta y venía a verme a este hospital de rosas y colores.

Siguiendo  la  ya  deseada  y agradable manera de encontrarnos por entre aquel mar de rosas,  mi  otra  enjaulada  maravilla  celeste preguntó por mi. “El vasco” ¿Pero no lo sabes? Lo  metieron  ayer  en el calabozo. Parece que discutió con alguien a cuenta de una mujer que suele venir a verlo, se le fue la mano y....

Por la ventana del sótano donde en completa soledad cumplía mi arresto la sentía pasar  pegada  a  la reja. Sólo  alcanzaba  a  verle  las  zapatillas y menos de la mitad de su negro hábito movido con la gracia y el sonido de un frufrú de bata de cola. Debió ser ella la que influyera. “Tu, venga pa arriba” y me incorporó al pequeño grupo de compañeros arrestados.

Aquí se estaba bien, hay luz solar, ventilación y buen humor. Encontré por allí algunas revistas viejas y me faltó  tiempo  para hojearlas. De pronto me  invade  ese  tipo  de emoción  que desconcierta el ritmo del corazón. ¿Pero si esta es mi novia? Aquel amor surgido una calurosa tarde orilla abajo del Gudalquivir. Efectivamente, le  había  servido  de  modelo  al  hacendado  portugués José de Palha, apasionado  fotógrafo  artístico  que  preparaba  una exposición. Mi  “novia” aparecía un poco de perfil con la Giralda detrás.

  “Ilustró  con  sus  encantos  estos  verdaderos cuadros artísticos la señorita de nuestra buena sociedad (¿la otra no es buena?) Maria del”  ¿Qué habrá sido de ella?

Cumplido  al  arresto  pedí el alta, e inmediatamente me presenté al Comandante Jefe del  Batallón. No se  acordaba de  por  donde  andaba  yo. ¿Pero  no  estabas licenciado? Bueno  pues  vete  a  tu  casa, y  se  te  va mal quédate aquí el tiempo que quieras. Aquel hombre  era  bueno. Me despedí de él, de los compañeros y de mi larga condición de soldado trabajador penado.

 ¡Que cosas?

¡Mi  madre! Pobrecita mía. Le  daré  una  gran alegría. Mi madre, ¡Cuánto sufrió mi madre!

                                          Luis Caballero Polo

TEXTOS LUIS CABALLERO (I)

TEXTOS LUIS CABALLERO  (I)

Sirvan de primicia algunos de los textos que a titulo de confesiones me pasó Luis Caballero para que podamos seguir honrando su memoria.

PROLOGO

Mi corazón está aquí

Dios mío, Hunde tu cetro en él, señor      

Es un membrillo

Demasiado otoñal

Y está podrido

Arranca los esqueletos

De los gavilanes líricos

Que, tanto lo hirieron

Y si acaso tiene pico

Móndale su corteza de hastío.

Si no quieres hacerlo,

Me da lo mismo

Guárdate tu cielo azul

Que es tan aburrido,

El rigodón de los astros

Y tu infinito,

Que yo pediré prestado

El corazón a mi amigo.

Un corazón con arroyos y pinos

Y un ruiseñor de hierro

Que resista el martillo de los siglos.

Además, Satanás me quiere mucho,

Fue compañero mío

En un examen

De lujuria, y el pícaro

Buscará a Margarita,

Me lo tiene ofrecido Margarita

Sobre un fondo de viejos olivos

Con dos trenzas de noche

De estío,

Para que yo lo desgarre

Sus muslos limpios

 Y entonces, ¡OH, Señor¡

Seré tan rico o más que tu.

Porque el vacío

No puede compararse al vino

Conque Satanás obsequia

A sus buenos amigos.

Licor hecho con llanto

¡Que más da! Es lo mismo

Que tu licor Dime Señor

Compuesto de trinos

¡Dios mío!

¿Nos hunde en la sombra del abismo?

¿Somos pájaros ciegos sin nido?

La luz se va a pagando.

¿ Y el aceite divino?

Las agonizan.

¿Has querido jugar como si fuéramos Soldaditos?

¡Dime Señor! Dios mío

¿No llega el dolor nuestro a tus oídos?

¿No han hecho las blasfemias

Babel y sin ladrillos

para herirte, o te gustan

los gritos?

¿Estás sordo? ¿Estás ciego?

O eres bizco de espíritu

Y ves en el alma humana

En tonos invertidos.

¡O Señor soñoliento!

¡Mira mi corazón frío.

Como un membrillo

demasiado otoñal

que está podrido!

Si tu luz va a llegar,

Abre los ojos vivos;

Pero sí continuas Dormido,

Ven, Satanás errante,

Sangriento peregrino

Ponme la Margarita

Morena en los olivos

Con las trenzas de noche de estío

Que yo sabré encenderle

Sus ojos pensativos

Con mis besos manchados de lirios.

Y oiré una tarde ciega

Mi ¡Enrique! ¡Enrique!

Lírico

Mientras todos mis sueños

Se llenan de rocío.

Aquí, Señor te dejo

Mi corazón antiguo

Voy a pedir prestado

Otro nuevo a un amigo.

Corazón con arroyo y pinos

Corazón sin culebras

ni lirios robusto, con la gracia

de un joven campesino

que atraviesa de un salto el río.

 

ECIJA, CIUDAD DEL SOL, TE  LLAMAREMOS UNA

 Toda esta edénica perspectiva acontecida como un circunstancial regalo bienhechor me la iban a cambiar por  un torrente de sol iluminador de altas torres y soberbios palacios: “Ecija, ciudad del sol te llamaremos una”

 Nos destinaban en este otro movimiento – ya sin plato colgado ni manta al hombro – Deposito de Recría y  Doma ubicado en la monumental ciudad de  las  torres. “Ecija  al  sol, Venecia  en luna llena” Para mi otro descubrimiento.

Éramos una  compañía de muchachos españoles. Todos habíamos hecho la guerra según  las circunstancias que nos obligó a ello. La mayoría rondaban  la cultura: Estudiantes,  futuros  artesanos,  músicos,  pintores,  poetas, deportistas  hasta un dinámico y optimista piloto aviador formado nada menos que en la Escuela del Ejercito del Aire de la Unión Soviética. Claro que no creo que pasara ninguno de los veinticinco años.

Bueno, lo cierto es que  hemos entrado sin la menor contrariedad en esta luminosa ciudad donde la piedra centenaria y el viejo ladrillo árabe alternan con  la  andalucisima, deslumbrante  e  histórica  cal de sus calles y callejas con cancelas que  guardan  patios umbrosos y perfumados  por la “blancura pequeña del jazmín”

Con  mi  inseparable  amigo Jorge de Sestao deambulábamos sin para ni Café  por  los  viejos rincones de la antigua Ecija o las orillas calladas de su río.

Si  por  buena  gente  recordábamos con verdadero afecto al comandante aragonés  de nuestro batallón  que  seguía  en  la  alcalareña oromana de los pinos,  más tuvimos  que  agradecer  y  ponderar  al  también  aragonés  que mandaba  la Doma, Coronel  de Caballería, aunque doctor en medicina, San Ricardo  Rivas  Vilaró, una maravilla de ser humano, más médico que militar. Un  solo ejemplo  lo  definiría. Yo  era  el cartero de mi compañía. Don Ricardo, con  otros jefes se dirigía al cuartel charlando amigablemente. Detrás  le  sigue  su coche con dos caballos por si lo necesita. El se opone. Yo regresaba  de correos cargado de correspondencia. Me alcanzan, me para a su derecha, me cuadro y le saludo. Entonces este coronel médico le dice al cochero:  “Anda  muchacho, lleva  a este chico que  viene cargado con las cartas” Y  entré  en el  cuartel en el coche del coronel. Pues en este tono se desarrollaba  la  personalidad y conducta de aquel doctor en medicina y coronel de caballería que llegamos a llamarle San Ricardo.

“El tiempo dicen  que lo borra to”. “No lo borra to”. El tiempo lo va pasando  todo, día a día, por  la  criba  de la resignación y el mejoramiento si es  posible. Ya  – en  el  caso  que  nos ocupa - dejándote (en buena hora) de martirizarte  física  y  psíquicamente. Cuando  parece que Dios te envía misericordiosos  ejemplos  de  amor  sorprendentemente  surgidos  dentro del mismo campo de la adversidad.

En  esta  solemne  ciudad  de  altas torres elevadas en el cielo andaluz lo hemos  llegado  a pasar lo que verdaderamente se llama bien; un año jovial, alegre  y  perfumado  por  bellas mujeres de distinta condición. En Ecija ya fuimos – como en Alcalá -  gentes, españoles...

Nosotros, nuestro  grupo, los “seductores y seducidos”, sentimos muchisimo despedirnos de la llamada poéticamente Ciudad del Sol. Fue una mañana de verano, de risa y de lágrimas. Las niñas bien, angelicales  y  hasta  tan valientes como  para ser amigas de algunos de nosotros, las que debían correr las cortinas cuando la “Lola” viene bailando su perdición  por  las  calles  lorquianas, estuvieron  a punto de encontrarse frente a frente con esa “Lola” ahora sin posibles cortinas que correr, pues la convergencia  diferencial  se  produjo  en  la  estación. Las niñas – algunas – de la buena  sociedad astigitana, nos traían, simpática y afectuosamente, pai-pais de  papel  y  el “adiós, adiós, buen viaje, cuando llegue escríbeme” de la Piqué.

La  “Lola”, amante  y  amada, aunque  no  de papel también nos traía un abanico  grande  de  besos y un solo adiós húmedo de lágrimas. Sincero cariño. Como  otras  veces  es el  tren  quien  nos avisa que debemos partir hasta los pies – esta vez – del tremendo Peñón de Gibraltar en guerra.

                                                                 Luis Caballero Polo

HOMENAJE A LUIS CABALLERO

HOMENAJE A LUIS CABALLERO

Han transcurrido ya quince años de aquella noche lluviosa del 16 de Diciembre de 1995, cuando por iniciativa propia se le rindió un homenaje en el Teatro del Centro Cívico de Mairena del Aljarafe.

Cuando le comenté la idea no puso objeción alguna.

De inmediato me puse en contacto con sus amigos de Triana aceptando la idea con sumo gusto, siendo la Peña Flamenca Lepanto de la citada localidad la organizadora del Homenaje al estar mi persona en la Vicepresidencia de su Junta Directiva.

De inmediato nos pusimos en contacto con el Ayuntamiento que no puso impedimento alguno para ceder su Teatro, así como la Televisión de su pueblo de Aznalcollar para televisarlo por lo cual ha sido posible la exposición de este video.

El autor del Cartel fue el genial pintor Antonio Badia, a mi me toco la responsabilidad de la presentación de aquellos artistas que desinteresadamente se sumaron que no fueron otros que en la Primera Parte Juan de Coripe, Pies Plomo y Julio Pacheco con la Guitarra de Antonio Rosa y en la Segunda Parte Jesús, Heredia, Manuel Gerena y Tina Pavón con la Guitarra del Genial tocaor ya desgraciadamente desaparecido Manuel Dominguez.

Al final de las actuaciones se procedió a la entrega de los obsequios y detalles de atenciones hacia su persona. Dedicando una palabras de agradecimiento por el acto y como no, unos cantes por fandangos con la guitarra de Manolo Dominguez. Una bonita noche dedicada a su persona.

Pasados los primeros días de tristeza y ya con la serenidad que da la aceptación de los hechos, vaya este video en su recuerdo.

A LUIS CABALLERO POLO Mi ultimo adiós

A LUIS CABALLERO POLO Mi ultimo adiós

La idea de resaltar la figura de Luis Caballero no es nueva, han tenido concurrir una serie de circunstancias y avatares que diríamos hasta íntimos para coincidir en el punto central de los pensamientos para llevar a cabo nuestras pretensiones, que no son ni más ni menos que el resaltar la tarea de su dilatada vida. He tenido el honor de tener cerca a su persona, andando y recorriendo todos los vericuetos de su sentir hondo, confesiones intimas y profundas, que me descubrieron a Luis enfrentándonos a la cruel realidad de su vida con su palabra y con su cante, recopilando todo el saber estar en su alma de poeta; pero el haber estado a la sombra de su amistad no fue lo que él creyó, que fue debido a su edad, ya que fue eternamente joven, se nos ha ido con un sabor dulce como el almíbar de la fruta madura.

Los que cultivamos su amistad, estamos en la obligación de dejar testimonio histórico de la labor realizada en pro del flamenco y el caso insólito que se dio en él: No haber profesionalizado la expresión artística del sentir de un pueblo. Tendríamos que preguntarnos el porqué: ¿ Es que Luis Caballero, al no haber estado inmerso en el mundo profesional del flamenco no se merece la distinción de haber tenido un reconocimiento público en sus últimos momentos? ¿Que ha pasado para que no haya ocurrido? ¿Porque en sus últimos instantes ha estado en soledad? Solo su familia y algunos, muy pocos de los que lo tuvimos siempre en el recuerdo con el trato de su dulce compañía.

Cuanta extrañeza al no presenciar la asistencia de los flamencos, sintiendo una congoja extraña y dolorosa, y más aún cuando en la celebración del Festival de Sevilla celebrado en abarrotado Monasterio de la Cartuja se dijo públicamente cuando llegó la noticia.

Los que tuvimos la suerte de encontrarnos a su vera nos hemos sentidos un poco avergonzados ante esta actitud incomprensible, después vendrán las banales justificaciones.

Vaya mi homenaje a titulo póstumo las transcripción de este escrito, de tantos de los que me encomendó y que fue publicado el periódico sevillano El Correo de Andalucía el Domingo día 21 de Noviembre de 1976.

POR LA ORILLA DEL OFICIO

1948-1949 La posibilidad de realizarme en cualquier sentido profesional, más que anhelo material es un sueño literario.

Siempre por la Orilla del oficio penetro y canto, afortunadamente, en la Europa y por los alrededores de la Alameda, tal vez en una tímida, pero desesperada, urgencia de ganar dinero con mi cante. Ya mucho antes había entablado conversaciones positivas con dos artistas geniales: Manuel Vallejo y Pepe Marchena. Desisto.

 Me quedo en Sevilla y formo pareja con el guitarrista Manolo Carmona, en la Terraza (Cruz del Campo), y llego al extremo, animado por mi hermano político Pepe Aznalcollar, de  –ponerme en cola – en la casa Murillo ¡ La Europa aquella, crisol de la profesionalidad y tamiz de todo el cante! Más, cuando la realidad me asoma al pozo negro del alquiler, al prostíbulo de un arte noble, me limito a aprender de quien sabe y a soñar con la redención de estos compañeros penados, portadores de un mensaje digno de mejor precio, destino y suerte.

AL OTRO LADO DEL ATLÁNTICO

1960 Al iniciarse los festivales, Antonio Mairena me aconseja que cubra el hueco de los cantes de Málaga, Granada y Levante. Por cumplir este deber en cada festival, deber más romántico que mercantilista, me sitúan en un plano de especialización que íntimamente yo rechazo.

 Durante esta década de los 60 colaboro estrechamente con nuestro inolvidable Manolo Alonso Vicedo, en Radio Sevilla, con Pepe Núñez de Castro, Manuel Barrios, Palomino Vacas, Belmonte y tantos y tantos otros que en su momento logramos mucho más que palabras. Imposible de enumerar tantas cosas, pero merece la pena resaltar la creación de una Misa Flamenca en la iglesia florentina del Espíritu Santo. La Federación Internacional de Juventudes Musicales que agrupa cuarenta países con un total de 3.000.000 de asociados, había solicitado esta manifestación del más puro cante de Andalucía para representar a España. Eran las seguiriyas, la soleá, la petenera junto a la tumba de los Medici, los caminos soñadores del Dante, las vírgenes de Donatello, la Primavera de Boticelli, los Cristos de Leonardo. Era también el reconocimiento del mundo que rendía su admiración definitiva por la ancha vereda del más autentico Arte flamenco.

 Cinco meses más tarde volábamos Naranjito y yo con el guitarrista Isidoro Carmona y el Padre Don Federico Pérez de Estudillo a una de las islas más bonitas del mundo: Nuestro amado Puerto Rico. En color y con fondos monumentales sevillanos, la TV Portorriqueña, llevó la Misa Flamenca, el día primero de Navidad, hasta el último rincón de este españolisimo pañuelo de colores anclado en el Caribe. Nos mandaba la Real Academia Española de Bellas Artes.

                 Mi ultimo adiós

Por tus venas corrió la sangre de Federico.

           En los latidos de tu corazón Alberti.

           La sencillez de tu persona en Juan Ramón.

           En la nostalgia de tus años Machado.

           En el cante la maestría de Chacón,

           El bien hacer de nuestro Mairena amado,

          En la gracia y el salero, hasta el mismo Pericón.


LA SEMANA SANTA EN TRIANA




     Si
la inauguración del Puente de Triana el 23 de Febrero de 1852, significó un hito histórico para el barrio, un lazo de unión entre las dos orillas, las Hermandades de Penitencias fueron un núcleo integrador de Triana, por tanto no podemos dejar pasar por alto el papel que ellas jugaron en todo el proceso histórico para el Viejo Arrabal, por el papel de importancia que han jugado y lo que estas han significado, dándose el caso, en comparación con otras de la ciudad, en función de sus habitantes, el poseer cinco hermandades, sin contar aquellas que tuvieron su fundación en Triana, teniendo que abandonarla por una serie de circunstancias en las cuales no entraremos, ya que serie interminable nuestro trabajo, ateniéndonos exclusivamente a dos de ellas que residieron en el Convento de San Jacinto por haber jugado este una gran importancia en el desarrollo de la Semana Santa Trianera.
Éste dato nos viene a confirmar, que el río una vez más era el que forzaba a un aislamiento, fundándose hermandades no sometidas al comportamiento a intramuros, creando una idiosincrasia muy particular en todos los aspectos, no sólo en el desfilar procesionalmente - en un principio lo hicieron a la Iglesia de Santa Ana - sino hasta en la forma de exornar a sus imágenes, e incluso con el aire garboso de portarlas, diferenciándose al resto de la ciudad, dotándolas de un aire característico donde se pone de manifiesto el carácter del trianero.
Nos asimos a estos datos, por la sencilla razón, que mientras tanto a intramuros se conservaba una austeridad auspiciada por la cercanía de las autoridades eclesiásticas, que velaban por las tradiciones y usos religiosos, Triana se encontraba en la lejanía debido a su aislamiento. La abundancia de ermitas y conventos y la gran profusión de oficios existentes en el Arrabal, trajo como consecuencia que los gremios se agruparan bajo la protección de alguna advocación, naciendo varias hermandades que fueron fusionándose hasta llegar a nuestros días. De las cinco existentes: El Cachorro, La O, La Esperanza, La Estrella y San Gonzalo, las cuatro primeras son centenarias, la de San Gonzalo fue fundada a principios de los años cuarenta del pasado siglo XX, recién finalizado.
En la segunda mitad del siglo XVI, es la época de la fundación de las cuatro centenarias existentes, poniendo de manifiesto el papel jugado por Triana en un periodo 225 años, comprendido desde el descubrimiento de América (1.492) hasta el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz (1.717) totalmente influenciada por el comercio marítimo del puerto.
En el Convento de San Jacinto las dos últimas Hermandades de Penitencia en salir fueron la Estrella y la Esperanza de Triana al ubicarse las mismas en capillas de su propiedad.
A continuación daremos detalles de Convento de San Jacinto y de las dos Hermandades de Penitencia, ya que con esta triangular exposición tendremos referencia del significado de la Semana Santa Trianera.

EL CONVENTO DE SAN JACINTO

La edificación del Convento de San Jacinto se llevó a cabo gracias a un acaudalado y piadoso varón residente en Sevilla a primeros del siglo XVII, este no era otro que Baltasar Brun de Cervera, el cual tenía la intención de fundar un Colegio de Matemáticas, Retórica y otras ciencias. No nos debe de extrañar esta actitud de mecenazgo, ya que el poder y la riqueza atraían a todos aquellos que querían quedar inmortalizados a través del transcurso de la historia. Sevilla en esta época era un poder influyente debido a la riqueza agrícola y ganadera del valle del
Guadalquivir, como así estar ubicada en una privilegiada situación geográfica, siendo un cruce de caminos al que se le unía ser un puerto fluvial de vital importancia. Su predominio económico la convirtió en una ciudad residencial para todos aquellos que querían resaltar una situación de poder tanto en el mando político, militar o eclesiástico.
Para tal fin, el mecenas, obtuvo licencia de don Pedro Niño de Guevara, a la sazón Arzobispo, cediendo unos terrenos de su propiedad cerca del Hospital de San Lázaro para la construcción de un convento para la Orden de Predicadores, pero los frailes dominicos, viendo la lejanía de la capital y lo insano del terreno, decidieron convencer al mecenas buscando otro lugar más cercano a la ciudad.
En dirección del antiguo Camino de San Juan, posterior calle Ancha, actual calle de San Jacinto. Existía una ermita denominada de la Candelaria, en la confluencia con una de las alcantarillas del foso denominada, una vez construido el Convento "De la Cruz de San Jacinto". Ésta pertenecía a una hermandad con tal nombre que convivía con otras dos: la de los Morenos de Triana y la de Nuestro Padre Jesús de las Penas. La Orden de Predicadores de los dominicos interesados en la edificación de este convento se pusieron en contacto con los hermanos de la Hermandad de la Candelaria, propietarios de la ermita, llegándose al acuerdo para su edificación, tomado en cabildo el día 2 de junio de 1.651, con la condición de que el nuevo templo ostentara el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria y su imagen debería ocupar lugar preferente en el altar mayor, respetándose los cultos a su advocación, no así con las dos más existentes, que fueron ignoradas en tal trato, desapareciendo la primera y trasladándose la de las Penas a la capilla de la Virgen de la Estrella en el Convento de la Victoria, foso arriba, frente al Puerto Camaronero, con la cual se llegó a fusionar el 15 de junio de 1.675.
Las obras quedaron finalizadas a finales de 1.675, celebrándose la primera función el 29 de enero de 1.676, asistiendo todo el Cabildo Eclesiástico y predicando el Ilustrísimo don Ignacio Valencia, canónigo con dignidad de medio racionero. Esta fue la primera de las cinco funciones dadas, correspondiendo la segunda al Clero de la Real Parroquia de Santa Ana, la tercera fue costeada por la Hermandad de la O, la cuarta a la Hermandad del Rosario, y la última correspondió a la Hermandad de la Candelaria, siendo en esta función, cuando al consagrar el templo se puso bajo la advocación de nuestra Señora de la Candelaria, pero a pesar de éste rito eclesiástico, que venia a refrendar el acuerdo tomado, el Convento tomó el nombre de San Jacinto, tal como era el deseo de Baltasar Brun de Cervera, incumpliendo el acuerdo de pleno derecho.
Este convento con el nombre de San Jacinto fue el primer incumplimiento del acuerdo tomado con la Hermandad de la Candelaria por parte de la Orden de los Predicadores, aunque convivieran conjuntamente los dominicos con la Hermandad, no ya con buenas relaciones, si bien se le seguían dando cultos a la titular de la hermandad cedente de los terrenos. El día doce de febrero de 1.810, las tropas de Napoleón cruzan el puente y toman Triana, dedicando los franceses el convento a cuartel y almacén de vituallas. Una vez desaparecida la invasión napoleónica, vuelven los dominicos al convento y lo ocupan nuevamente pero no en su totalidad, ya que las milicias del pueblo de Triana que habían luchado en contra de la invasión, siguieron estando presente hasta el año de 1.820, insistiendo el prior la devolución total del convento, no recibiendo contestación por parte de las autoridades competentes, hasta tal punto que fue nombrado cuartelero de San Jacinto un tal José Caballero.
En primer lugar, la idea originaria del mecenas no llegó a cumplirse, como fue la creación de un Colegio de Matemáticas, Retórica y otras ciencias, si bien una Cátedra de Gramática Latina, posiblemente siendo estos los motivos para que el Ayuntamiento de Sevilla, en unos terrenos colindantes propiedad de los religiosos, bastantes años más tarde edificara una escuela gratuita, que comunicó al pueblo para su conocimiento mediante un edicto el Alcalde Constitucional don Félix María Hidalgo (Trienio Constitucional) el mismo que mediante otro en 1.822, autorizó el Mercado de Abastos en el Castillo de San Jorge.
Setenta y cuatro años más tarde desde que se abriera al culto el Convento, en 1.750, acontece la fundación de la Hermandad del Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora del Mayor Dolor, que años más tarde se fusionaría con la Hermandad de la Candelaria -desconocemos la fecha exacta de esta fusión - por lo cual esta hermandad pasa a ser la copropietaria del templo, como así de los terrenos donde más tarde se edificó el colegio.
En 1.821, se produce un conato de epidemia en el barrio, decidiendo las autoridades reparar el convento y que en él se recibiesen todos los enfermos, instando a los religiosos que lo abandonasen. Desaparecido el conato de epidemia. los religiosos reclaman a las autoridades su vuelta, pero esto no se produce al llegar en 1.835 la Desamortización de Mendizábal, quedando suprimida la orden. y el convento exclaustrado y en total abandono. Nuevamente se abre al culto pero ya dependiendo de la Real Parroquia de Santa Ana y motivado por las hermandades que en él encuentran cobijo debido a la enajenación de sus bienes eclesiásticos, como fueron la de la Esperanza procedente de la Capilla de los Marineros en la calle Larga de Santa Ana, al ser desposeída ésta en 1.868, por la Junta Revolucionaria y la de la Estrella del Convento de la Victoria, más las dos allí ya existentes establecidas con anterioridad: la Hermandad del Rocío establecida desde 1.815, y la del Cristo de las Aguas fundada en 1.750 y copropietaria del Convento debido a su fusión con la Hermandad de la Candelaria.
La Orden de los Predicadores, fundada por santo Domingo de Guzmán en 1.215, empieza a reorganizarse en 1.860, insistiendo nuevamente en la reclamación del convento, pero la vuelta no se produce hasta el año de 1.907. La relación con las Hermandades ya venía deteriorada desde un principio por los motivos de la cesión de los terrenos al no haber puesto el convento bajo la advocación de la Candelaria, se vio agravada al encontrarse los dominicos con nuevas hermandades. La Hermandad del Cristo de las Aguas al tener noticias de su vuelta se apresuraron a construir una capilla con el fin de reclamar parte de su propiedad, al ser ésta la heredera de parte del convento debido a su fusión con la Candelaria.
A partir de esta fecha y ante la insistencia de los dominicos en su reclamación, las hermandades allí existentes se plantean la necesidad de buscar una nueva ubicación, siendo la Hermandad del Cristo de las Aguas la primera en salir en Diciembre del año de 1.942, al sufrir el 29 de octubre de este mismo año un incendio, perdiéndose todas sus imágenes, empezando un doloroso itinerario, hasta encontrar su sede definitiva en la Capilla de la calle Dos de Mayo. En el año de 1.962, una vez recuperada la Capilla de los Marineros se traslada a su antigua residencia la Esperanza de Triana. En 1.976, se bendice la Casa Hermandad de la Estrella, siendo su actual residencia a muy pocos metros del convento, en plena calle de San Jacinto, y la Hermandad del Rocío se marcha a la calle Evangelista, antes de San Juan, en donde en un solar de esta calle, última residencia de los gitanos de Triana, erigen la Casa Hermandad con una preciosa capilla, trasladando su Simpecado el día 25 de septiembre de 1.982.

LA ESTRELLA

Esta hermandad trianera con el título de: Pontificia, Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas, María Santísima de la Estrella, Triunfo del Lignum Crucis, San Francisco de Paula y Santas Justa y Rufina, desde su fundación ha tenido su residencia muy cercana a la actual.
Frente a lo que fue el Puerto Camaronero, a la otra orilla del foso del Castillo de San Jorge, existía una ermita dedicada a San Sebastián, siendo conocida esta parte de Triana por el barrio de éste Santo mártir. En el año de 1.512, llegan a Sevilla un grupo de religiosos de la Orden Mínima de San Francisco de Paula. Ante las dificultades encontradas a intramuros para su fundación, solicitaron de las autoridades eclesiásticas la debida autorización para que le fuese autorizada esta ermita. Previo acuerdo con la hermandad allí existente -San Sebastián- y con permiso de los cofrades, la ermita fue derribada, edificando en su lugar una iglesia con casa conventual, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Victoria, ante la cual oró Magallanes antes de su partida para dar la vuelta al mundo. La Hermandad de San Sebastián convivía, no fusionada, en el convento, con otra de Luz denominada Virgen de la Estrella, que tuvo sus principios en
1.560, perteneciendo a ella cargadores de Indias y carenadores de buques y si fusionada con la del Santo Patrón de los mínimos San Francisco de Paula, al tener unos estrechos vínculos de amistad.
Foso abajo, en dirección del Camino de San Juan, actual calle de San Jacinto, existía una ermita denominada de la Candelaria, perteneciente a una hermandad con tal nombre que convivía con otra dos Hermandades: la de los Morenos de Triana y la de Nuestro Padre Jesús de las Penas. La Orden de Predicadores de los Dominicos interesados en la edificación de un convento pusieron sé en contacto con los hermanos de la Hermandad de la Candelaria, propietarios de la ermita, llegando al acuerdo para la edificación del Convento de San Jacinto, respetándole los cultos a su advocación, no así a las dos más existentes, desapareciendo la primera y trasladándose la de las Penas a la capilla de la Virgen de la Estrella en el Convento de la Victoria, llegando a fusionarse el 15 de Junio de 1.675.
En fecha no determinada se le unió la Hermandad de Santa Justa y Rufina del gremio de los alfareros que tenían ubicados sus talleres en las antiguas calles: Palomar, desde San Jacinto hasta Antillano Campos; Barrionuevo, desde Antillano Campos hasta Magallanes y Vinagre, desde Magallanes al foso. En la actualidad en toda su totalidad se le denomina Alfarería.
El titulo de Lignún Crucis viene determinado una vez fusionadas las dos hermandades, la de las Penas y la Virgen de la Estrella, determinando hacer estación penitencial a la catedral con tres pasos, con el hoy ya desaparecido Triunfo de la Santa Cruz.
Por una Real Orden de la Reina Gobernadora en Maria Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII, y con estallido de la guerra carlista, en 1.835, (Desamortización de Mendizábal) se decretó el cierre de muchos conventos. El Convento de la Victoria fue uno de ellos. Las Hermandades allí establecidas como eran la de San Sebastián, fusionada con la Entrada Triunfante en Jerusalén y Maria Santísima del Desamparo, desaparecieron pasado unos años. La Hermandad de las Penas y Virgen de la Estrella quedó ubicada en el Convento de San Jacinto, lugar originario de la fundación de la primera antes de su fusión, si bien no en el mismo convento si en el mismo solar, donde estaba la Ermita de la Encarnación.
Esta hermandad se llevó en el Convento de San Jacinto, ciento cuarenta y un años, hasta que el año de 1.976, se traslada a la Capilla de su propiedad en la calle de San Jacinto.

LA ESPERANZA DE TRIANA

La Hermandad de la Esperanza de Triana: Pontificia, Real e Ilustre Hermandad y Archicofradía de Nazarenos del Santísimo Sacramento y de la Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen María, del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Evangelista, tiene sus orígenes en las agrupaciones gremiales como los ceramistas, gremio que fundó en 1418 en la Real Parroquia de Señora Santa Ana, la Hermandad de Luz de Nuestra Señora de la Esperanza, fusionándose en 1542 con la de San Juan Evangelista, del gremio de los pescadores, aprobándose la fusión de ambas el 24 de noviembre de 1595.

En el siglo XVII se inicia una época de gran esplendor, aunque con un constante cambio de residencia por diversas vicisitudes. La Hermandad se va a residir en el Convento del Espíritu Santo, situada en la calle Orilla del Río, actual Betis y en donde se fundó también la Hermandad de los Gitanos, poseyendo capilla propia llamada de San Cayetano desde donde se realizaba su estación penitencial a la Real Parroquia de Santa Ana, ya que aún no cruzaban el río las Hermandades para hacer Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral; desde el Convento del Espíritu Santo se traslada a la Parroquia de Santa Ana, de la que se marcharía ante su cierre por los daños causados en el “Terremoto de Lisboa”, acaecido en 1755; a la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios; y a la Iglesia del Hospital de la Encarnación – posteriormente un corral y actualmente en reforma de habilitación y donde han aparecido recientemente los restos del antiguo cementerio de la Ermita, y donde residió hasta que en 1815, se traslada a una capilla que construyó por mediación de sus cofrades marineros en la antigua calle Larga de Santa Ana, actual Pureza, efectuando desde aquí, al año siguiente, su primera salida procesional, que aún se efectuaba a Santa Ana, ya que no sería hasta 1845 cuando se cruzaría por vez primera el Puente de Barcas.
En 1608, Francisco de Lara, Clérigo de Evangelio, fundó en el Convento de las Mínimas de Triana, situado en la antigua Cava de los Gitanos actual Pagés del Corro, la Hermandad de las Tres Caídas de Cristo y Nuestra Señora de la Salud.
Años más tarde, en 1616, se fusionarían la Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Evangelista con la de las Tres Caídas, formada esta última por gentes de la mar. La imagen de la Virgen de la Salud, al producirse estas uniones corporativas, se pierde como Titular.
En 1868 la Junta Revolucionaria enajena y cierra el templo propiedad de la Hermandad, sacándolo a pública subasta, y adjudicándoselo a dos súbditos ingleses que la dedicaron al culto de la religión anglicana y posteriormente a otros menesteres, tales como almacén de corcho, de carbones, etc... Así, hasta que la finca pasa a poder de Carlos Jorge Welton Niño, que la cede a la Hermandad en 1939, gracias a la mediación del que fuera su Director Espiritual José Sebastián y Bandarán, en escritura notarial y por la cantidad simbólica de 19.300 pesetas.
Durante el período de enajenación de la Capilla de los Marineros, la Hermandad se trasladó con sus Sagradas Imágenes a la Iglesia Conventual de San Jacinto, donde permaneció cerca de un siglo, pues llegado el Viernes Santo de 1962, la salida se efectuaría desde el citado convento, pero concluiría entrando en la capilla de la calle Pureza.
Finalmente, la Hermandad se fusionó en 1971 con la Hermandad Sacramental de la Parroquia de Santa Ana, siendo aprobada esta fusión el 7 de febrero de 1972 por el Cardenal José María Bueno Monreal, obteniendo el titulo de Sacramental.

RECUERDOS

RECUERDOS

Suele decir el dicho que el Tiempo es un juez inapelable e implacable, en el subconsciente del humano, de toda persona, quedan permanentes guardados los recuerdos, también se suele decir que la dicha de la vida son las añoranzas de los tiempos pasados y no el momento y en la realidad en la cual se vive, no sintiendo el gozo en el instante de la acción fuere cual fuere.

El escritor y moralista francés François de la Rochefoucauld decía; “Que el que vive sin alguna locura no esta sabio como se imagina”

He encontrado en este rincón el refugio de mis confesiones y expresión de mis sentimientos, del sentir de mis alegrías y de mis lamentos, para poder comunicarme con lo demás, necesidad imperiosa de toda persona para no entrar en un pozo de profundidades oscuras de que la mayorías de las veces el difícil aislarse.

Hace poco tiempo, muy poco, han desaparecido dos personas que en cierto modo marcaran una pauta en el comportamiento de nuestra cultura flamenca, y haciendo uso del desahogo que me autorizan el paso de los días, me encontrado en la necesidad de transmitir los sentimientos que en vida sentí hacia ellos.

Dos personas muy distintas, no solo en la edad, aunque los dos jóvenes, sino en el cometido que llevado a cabo ambos.

Dos Hermanas esta callada, en silencio, la Peña Flamenca Juan Talega será siempre un testimonio imperdurable, la que guardará siempre el recuerdo, siendo testigo mudo, de todo aquello que un gran aficionado y gran persona aportó en silencio para engrandecer el sentir, los comportamientos de una forma de expresarse musicalmente, porque Antonio Estévez, fue el hilo musical de la ayuda de todos aquellos que querían expresar toda su sensibilidad con el Cante, el Toque o el Baile.
El Pueblo Nazareno seguirá callado, el paso de los días, los meses y los años no podrán nunca desvirtuar ni permutar los hechos acontecidos, la historia del flamenco en Dos Hermanas ya esta escrita, el tiempo es un juez inapelable e implacable, en los más profundo de todos aquellos que lo conocieron y lo trataron existirá su recuerdo, sin algarabías, sin voces estentóreas, en la sencillez de la emocionada añoranza de su persona.
Su recorrer como un trotamundo por todas las callejuelas, plazas y rincones del mundo flamenco han creado un cúmulo de grandes recuerdos, la semilla depositada en la besana de la gratitud, pasado el tiempo seguirá floreciendo y muchos recogerán los frutos de lo que él con cariño y esmerado celo sembró.

En otras latitudes de los cielos artísticos aparece un lugar lleno de inquietudes y sentimientos flamencos, hasta tal punto que a Jerez la declaran la Ciudad del Flamenco, y cierto es, ya que posee en lo mas profundo de sus entrañas los comportamientos que ha sabido conservar, no con cierta dificultades, todo su sentir durante un largo proceso histórico. Y es aquí donde hace cuarenta años nació un niño de nombre Fernando Fernández Pantoja que heredó el nombre autístico de su genial padre “Terremoto”.

Fue ya en una agonizante primavera de hace ya diez años y en un lugar lleno de encuentros flamencos donde coincidíamos diariamente, este lugar no era y fue otro que la Taberna de un gran flamenco como es Joselito Lérida situada a la cercana Plaza del Altozano. Y fue aquí donde conocí a Fernandito, si Fernandito para los amigos, lo conocí en profundidad y donde surgió la idea de hacerle una entrevista para un periódico local y que pudo ser el inicio de un libro titulado como la conversación mantenida “Entre Triana y Jerez” donde él seria el protagonista, todo quedó en una ilusión.
Mi enamoramiento por el cante de su padre y mis ancestrales genes jerezanos, fue el lazo de conexión para conocerlo y saber de su sencillez profunda y humilde.
En tiempo pasaba y debido a mi interés, me iba enterando de toda su trayectoria profesional, desde el mismo momento que me encontré ante su persona nunca dudé que llegaría ser un gran cantaor.
Fernandito se nos ha ido en plena y gozosa juventud, cuando el tiempo pase siempre estará en mi memoria aquellas conversaciones amenas, y que una de ellas, con el eco sonoro de su voz, quedó plasmada en los medios técnicos de aquel entonces y que guardaré con gran cariño, el que le tenia y le seguiré teniendo.

Se nos han ido dos grandes personas, pero con su trato en momentos oportunos tuve la gran suerte de tener su amistad, ya que como decía Voltaire “Un instante de felicidad vale que mil años de felicidad” ellos me la dieron.