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CRUZANDO EL PUENTE

DE LOS MORENOS Y MORENAS DE TRIANA

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           Rosario significa  guirnalda o corona de rosas

DE LOS ORIGENES DEL ROSARIO Y LA

DESAPARICIÓN DE LA HERMANDAD  DE LOS

MORENOS DE TRIANA

(APROXIMACIÓN HISTÓRICA)

El hacer una exposición en su totalidad de los orígenes del Rosario hasta nuestros días se­ría algo casi imposible, por muchas razones, pero lo más importante es no cansar, ya que no soy partidario de los escritos largos, pesa­dos y monótonos, pero no obstante tra­taré de sintetizar lo más posible y desta­car aquellos hechos históricos dignos de mención.

Existe una razón de importancia y de un valor esencial que puede tener esta aproximación histó­rica, que no es otra sino que contemos con los conocimien­tos de los orígenes de esta advocación y de una hermandad de Triana, llamada por el vulgo la de "Los Morenos y Mo­renas de Triana", desaparecida hace ya siglos; debiendo es­tar en la obligación moral y ética, de que nuestros sentimien­tos se enlacen con los conocimientos del saber, para que de esta forma sigamos siendo fieles a la herencia de nuestros ancestros y ser conocedores de nuestra historia.

La palabra rosario significa guirnalda o corona de rosas; existe una hipótesis histórica que plantea su origen de la trascripción del vocablo sáns­crito “japamala” que equivale tanto a guirnalda de rosas, co­mo a guirnalda de oraciones, existiendo en la India este tipo de oración litánica mucho an­tes que en occidente. Es de aquí de donde puede venir el origen etimológico de la palabra rosario.

No obstante, para estudiar el origen acerca de la costum­bre y el uso de este rezo, ten­dremos que establecer dos épocas muy dife­renciadas. La primera establecida en el siglo XII, en cuyos monaste­rios cistercienses de la orden de San Bernardo, esta­blecen la costum­bre de que los monjes legos que no sabían leer los salmos del oficio divino recitaran, 150 avemarías; continuando en el siglo XIII que es donde la devoción a la Virgen recibió un gran incremento por la in­ fluencia de las or­denes mendican­tes, siendo Santo Domingo de Guzmán un gran apóstol de esta devoción, yendo pareja con el cre­cimiento de la Or­den Dominica. El rezo del Santo Rosario tuvo tal dimensión, que en 1.510, llega a la isla de la Española, to­mando el nombre de Santo Domingo v siendo la cu­na en tierras americanas de la expansión del dominicanismo poniendo de manifiesto la importancia jugada por la Orden de los Predicadores en su difusión.

Un dato a tener muy en cuenta es la labor que nuestro barrio tuvo en su difusión siendo Fray Alonso  de Triana quien enseñará en lengua “Coichí” dialecto indio, el rezo del Santo Rosario a los indignas.

La segunda época tendremos que establecerla a partir de la Batalla de Lepanto  acontecida el 7 de Octubre de 1571. Los si­glos XVI y XVII han quedado marcados como la maduración y crecimiento de este fenómeno, siendo el Papa Pío V, el director espiritual de esta batalla el  que establece definitivamente, para perpetuar este recuerdo, la forma en que se reza actualmente, aceptando el papado la importancia que alcanza este movimiento de ele­vado cariz religioso.

La conmemoración de la victoria de la Batalla de Le­panto fue la que vino a establecer de una forma definitiva el rezo del Santo Rosario, siendo S.S. Gregorio XIII, el que la establece en 1.573, a primeros de Octubre dándole el nombre actual que se rezara en todas las parroquias  y en las iglesias dedicadas a la Virgen María, creando el Rosario de la Aurora, que se  rezaba al amanecer y procesionalmente en la celebración de cualquier festivi­dad.

Pero  tendríamos que preguntarnos  ¿la aparición de las hermandades  bajo la advoca­ción de Nuestra Señora del Rosario, con su fundación y crecimiento, fueron originadas con los preceptos dictados por el papado? Tendré que decir en honor a la verdad, que yo mismo estaba en esta creencia, al estimar que éstas habían na­cido como consecuencia de la Batalla de Lepanto. Mis poste­riores estudios acerca de sus orígenes, me han venido a de­mostrar que así no fue. El Va­ticano lo que hace es recoger y regular todo este ancestral fenómeno del rezo religioso, es­tableciendo las pautas y nor­mas en el Derecho Canónico para que lo conozcamos tal co­mo se practica hoy en día. Cierto es que las ordenes men­dicantes y esencialmente la de los predicadores fundada por Santo Domingo de Guzmán, fueron las difusoras, en parti­cular esta última, la que propa­gó este rezo, pero no se le pue­de atribuir su invención, y sí el de las hermanda­des, ya que una vez falle­cido Santo Domingo se empieza a dejar sentir la gran influencia de su obra, originándose asociaciones que adoptan diferentes denominacio­nes. Es en Milán en 1255 cuando se tienen las pri­meras noticias de la fun­dación por Humberto Romaus de una Her­mandad de la Virgen, siendo el punto de parti­da para que se fundaran alrededor de veintiuna hermandades más. Pero es en el siglo siguiente (XIV) cuando traspasan todas las fronteras, extendiéndose por toda Eu­ropa.

Es en 1470, siglo XV, cuando ya toman la de­nominación de Herman­dades del Rosario, y esto se lo debemos a Alano de Ro­che, catedrático de las universidades de Paris y Rostock, fundador de varias hermanda­des en diversos países europe­os, entre ellos Francia, Holan­da, Bélgica y Alemania, sien­do este último país donde apa­recen sus primeras Reglas y Constituciones.

Hasta aquí he expuesto los orígenes del rezo de Santo Ro­sario, como asimismo cuando nacen las Hermandades, para adentrarnos en la época que aparecen en nuestra ciudad universal. Para tal fin tendre­mos que trasladarnos a los comportamientos de la ciudad tras el descubrimiento de América, ya que este evento supuso un hito histórico im­portantísimo en sus movi­mientos sociales, al ser Sevilla en esta época un poder muy influyente debido a su riqueza agrícola y ganadera del valle del Guadalquivir, como así el estar situada en un privilegia­do enclave geográfico, siendo un cruce de caminos al que se le unía ser un puerto fluvial de crucial im­portancia del que par­tían las naves para el Nuevo Mundo recién descubierto.

Las noticias más antiguas que tenemos de la llegada de la Or­den de Predicadores a Sevilla, se remontan al reinado de Alfonso X El Sabio, a los cua­les se les otorga carta de propiedad del Convento de San Pa­blo, "les doy y otór­gles aquellas casas y aquel lugar en que moran, que son a la Puerta Triana, a la collación de Santa Mario Magdalena", cuya carta está fecha­da el día tres de mayo de 1293. A partir de esta fecha se van es­tableciendo otros monasterios y colegios como fueron los de Portaceli, el Colegio de Santo Tomás de Aquino, el Monaste­rio de Regina Ange­lorum y el de Santa María del Monte Sión y en el barrio de Triana, el Convento de San Ja­cinto, que originó una polémi­ca desde el mismo día en el que la Hermandad de la Can­delaria propietaria de los terre­nos, en donde figuraba su er­mita, fueron cedidos para su edificación.

Pero dejemos el Convento de San Jacinto, del que ya es­cribimos anteriormente y no es el caso que nos ocupa en estos momentos, y trataré de cuando aparecen las hermandades del Rosario en nuestra ciudad. Su creación no acontece hasta bien avanza­do el siglo XVI, casi cien años más tarde de que éstas toma­ran carta de naturaleza con sus reglas y constituciones en Ale­mania, según iniciativa de Ala­no de Roche Catedrático de la Universidad de Rostock, como he dicho anteriormente, si bien la hermandad existente en la Parroquia de San Julián por tradición oral, mantiene que su fundación fuera en los mo­mentos iniciales de la Sevilla fernandina, no existiendo do­cumentos que lo puedan de­mostrar. No obstante no lo cre­emos, ya que las noticias que tenemos de estas fechas se re­montan a 1244, en Bolonia (Italia) y de la mano de San Pedro Mártir, donde surgieron unas asociaciones con diferentes de­nominaciones y no ante la advoca­ción de Nuestra Señora del Rosa­rio y no legalmen­te constituidas y amparadas en el derecho eclesiásti­co.

De ella sé tie­nen noticias de que, tres años an­tes de la Batalla de Lepanto, 1568, se consiguió un pri­vilegio de la Santa Sede para el altar de la Virgen del Rosario, aprobán­dose sus reglas en 1599, por el Con­sejo de Castilla durante el reinado de Felipe II.

De las seis existentes de Glo­ria en nuestra ciu­dad, todas las no­ticias que tenemos son: La anterior­mente citada; en 1662 la estableci­da en la Iglesia de Santa Cata­lina; en 1694, la de la Parro­quia de Santa Ana; la de la Ca­pilla de los Húmeros de sus orígenes se empieza a tener noticias en el siglo XVIII, existiendo bastante documen­tación, y se está en la creencia que podría datar del siglo XVII y las dos últimas, en nuestro precedente siglo XX, la establecida en el Polígono de San Pablo en 1979 y la más reciente de todas, la fundida en el Barrio León en 1992.

Las hermandades de peni­tencia que recogen la advoca­ción de Nuestra Señora del Rosario son cinco, datando su fecha de fundación de la mis­ma época que las anteriores, siendo la más antigua la de la Hermandad de Monte-Sión, originada en el Convento Do­minico del mismo nombre an­tes comentado, en 1574. La del Cristo de Las Aguas en la Capilla de la calle Dos de Ma­yo fundada en Triana en 1750, de la que posteriormente ha­blaremos. La establecida en la Basílica de la Macarena y fu­sionada con esta hermandad, data de 1.793. La de las Siete Palabras establecida en la Pa­rroquia de San Vicente a fina­les del siglo XVIII, sí bien re­organizada en 1858, y por últi­mo, la creada en el año 2000, del Santísimo Cristo de la Co­rona y Nuestra Señora del Ro­sario, en la Parroquia del Sa­grario.

Como hemos podido com­probar todas ellas aparecen a partir del último tercio del si­glo XVI, anterior a esta fecha no tenemos noticias de la exis­tencia de ninguna de ellas, al menos no hemos encontrado textos, ni documentación algu­na.

Nos hemos referido, por or­den cronológico, a los oríge­nes de la aparición del rezo del Santo Rosario y de las her­mandades, como asimismo cuándo aparecen en nuestra ciudad. Como es natural tam­bién tendré que referirme, cuando nacen en Triana y el papel que juegan las mismas.

Las primeras noticias que tenemos de la fundación de una hermandad del Rosario en Triana datan de 1558. La calle Castilla terminaba entonces en la Alcantarilla denominada de los Ciegos, en lo que es actual­mente Chapina, a continua­ción se iniciaba el camino del Aljarafe o de Castilleja, esta primera parte del camino tomó el nombre de calle del Rosa­rio, al haberse edificado en ella, en esas fechas, mediados del siglo XVI, un hospital con su correspondiente capilla, que lo regentaba una herman­dad que tomó el nombre Nues­tra Señora del Rosario y San­gre de Jesucristo. Esta corpo­ración fue muy seria y flore­ciente, entrando en polémica con la fundada en el Convento de Monte-Sión de los Domini­cos que alegaban poseer el ti­tulo del Rosario, no queriendo compartirlo con ninguna otra. Esta primera hermandad de Triana fue fundada por los "morenos y morenas" del ba­rrio como se les llamaba a la sazón a los negros en todas las Españas. Con motivo de la reestructuración de los hospita­les por el Cardenal Rodrigo de Castro, los Morenos de Triana cerraron su hospital y se refu­giaron en la ermita de la Can­delaria, en la que, posteriormente, en sus terrenos se edifi­có el Convento de San Jacinto.

Acerca de esta hermandad de los "Morenos y Morenas" de Triana tendríamos que ha­cer una serie de consideracio­nes, que tal vez nos podrían aclarar los moti­vos de su desapa­rición.

En 1646, hubo una gran epide­mia en Triana, fa­lleciendo el ma­yordomo de la hermandad, te­niendo que reha­cerse sus reglas, y es en tal mo­mento cuando se opuso la Her­mandad del Ro­sario de Monte­-Sión, para que las mismas no fue­ran aprobadas. La reestructura­ción de los Hos­pitales por el Cardenal Rodri­go de Castro, le afectó de tal ma­nera que no pu­dieron afrontarla, desapareciendo el hospital y te­niéndose que trasladar a la er­mita de la Cande­laria, siendo esta hermandad, pre­vio acuerdo con los Dominicos, la que pactó la edificación del convento en sus terrenos, situación que se vio agravada, siendo ignorada y no reconocida por éstos. Desde aquel mismo momento no se supo más de ella. La Hermandad de la Candelaria se fusionó posteriormente con la del Cristo de las Aguas, una vez fundada en 1750, volvien­do a aparecer la advocación del Rosario. Tendríamos que preguntarnos, ¿Antes de su de­saparición, se fusionaría con la Candelaria? ¿Sería este el mo­tivo para que volviera a apare­cer de nuevo el nombre de nuestra Señora del Rosario?

No lo sabemos, ya que ni tene­mos datos de esta posible fu­sión con la de la Candelaria, ni tampoco de la fecha exacta pa­ra que hubiésemos encontrado el hilo conductor. Tendríamos que basarnos en la hipótesis y en las coincidencias de las cir­cunstancias históricas y ha­ciendo uso de la lógica, creer que la actual Hermandad del Cristo de las Aguas, residente en su Capilla de la calle Dos de Mayo, fuera la depositaría de la Hermandad del Rosario fundada en Triana, procedente de fusiones anteriores. Un da­to a tener muy en cuenta es que esta hermandad de peni­tencia, después de su largo peregrinar desde su salida de Triana, encuentra su ubicación defini­tiva, precisamente en una Capilla del Rosario existente en esta calle, están­dose en la creencia de que, debido a la fusión con ésta, to­ma en su titulo tal advocación. Nos quedamos ante la duda, ya que tam­poco conocemos la fecha exacta de esta fusión. Tendríamos que preguntarnos, Encontraría esta ubicación definiti­va al hallar el am­paro de esta her­mandad de Gloria por estar reflejado ya en su titulo el Rosario y por tal motivo, soluciona­ría definitivamente su lugar de residen­cia? Seguimos es­tando llenos de du­das, al menos que iniciemos un estu­dio en profundidad y tenga­mos la suerte de encontrar los documentos necesarios que nos las aclaren.

Hemos deambulado por los caminos y vericuetos de la his­toria, hasta llegar a nuestros dí­as. Pero también tendríamos que preguntarnos, ¿Cómo es que después de cientos de años, de siglos, aparece una nueva her­mandad del Rosario en el barrio de Triana y concretamen­te en el Barrio León? Podrían ser muchas las razones. El rezo del Santo Rosario ha sido un fenómeno religioso que caló pro­fundamente desde un principio en el mundo cristiano, originando unas raíces profundas que han llegado a nuestros días, si
bien este ha sufrido ciertas mo­dificaciones a través del trans­curso del tiempo y regulado por las normas eclesiásticas dicta­das por Roma. Sin lugar a duda
alguna, la Orden de los Predicadores fundada por Santo Domingo de Guzmán, influyó de una forma determinante en la consagración, no sólo del rezo,
sino en la fundación de las Hermandades con la advocación de Nuestra Señora del Rosario. Por tanto son tantas sus raíces primigenias y originarias que aún
estando vigentes, aunque no con la profusión de antaño.

Las hermandades extra-pa­rroquiales son un fenómeno que se dio en toda Andalucía, desde finales de la Edad Me­dia, dedicadas a las prácticas caritativas y de asistencia, ob­jetivos que vienen señalados en gran número en sus reglas, llegando a celebrar sus funcio­nes principales en plena calle, originando su fundación el culto a la gran cantidad de re­tablos callejeros existentes, y diferenciándose de las estable­cidas en las parroquias.

Esta ancestral costumbre asociativa ha prevalecido hasta nuestros días. El decai­miento del rezo público del Santo Rosario a finales del siglo XIX, ha sido sustituido por la procesión de la ima­gen bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, desligándose por completo de la práctica del rezo que tuvo tanta importancia du­rante el siglo XVIII. Tam­bién tendré que resaltar la gran diferencia existente de las hermandades de gloria con las de penitencia, ya que estas últimas alcanzan una gran preponderancia con la consolidación de la Semana Santa y hacer su estación pe­nitencial a la Santa Iglesia Catedral, mientras que las de Gloria quedan reducidas a un ámbito más pequeño, teniendo menor número de hermanos y por supuesto an­te esta situación, no llegan a alcanzar la relevancia de las de penitencia. No obstante, muchas de ellas, como ya hemos comentado se fusio­nan o llegan a ser el origen de las mismas.

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