EL CONVENTO DE SAN JACINTO - Un acuerdo nunca cumplido
La elección de nuestra portada nos ha dado motivos para que escribamos del Convento de San Jacinto, convento siempre polémico desde su edificación con las hermandades trianeras, debido a un acuerdo, que desde un principio, no se llegaron a cumplir las condiciones estipuladas, pudiendo estar aún vigente un pleito de siglos que ya se pierde en la lejanía de los años, no creyendo que éste pueda encontrar solución, habiendo sido el tiempo el juez, dictando la sentencia del olvido. En síntesis trataré de narrar lo ocurrido no abundando en los datos de fechas, nada más que los necesarios, ya que estas en más de una ocasión hacen una lectura farragosa, pesada y monótona; pero si los motivos del porqué ya no queda ninguna hermandad residente en él; contradicción que se da en más de una ocasión en los hechos históricos, y en este caso,el haber sido su origen la cesión de unos terrenos por parte de una hermandad, la de la Candelaria, una de las tantas hermandades populares que se fundaron en Triana auspiciadas por sus gremios.
La edificación del Convento de San Jacinto se llevó a cabo gracias a un acaudalado y piadoso varón residente en Sevilla a primeros del siglo XVII, este no era otro que Baltasar Brun de Cervera, el cual tenia la intención de fundar un Colegio de Matemáticas, retórica y otras ciencias. No nos debe de extrañar esta actitud de mecenazgo, ya que el poder y la riqueza atraían a todos aquellos que querían quedar inmortalizados a través del transcurso de la historia. Sevilla en esta época era un poder influyente debido a su riqueza agrícola y ganadera del valle del Guadalquivir, como así estar situada en una privilegiada situación geográfica, siendo un cruce de caminos al que se le unía ser un puerto fluvial de vital importancia. Su predominio económico la convirtió en una ciudad residencial para todos aquellos que querían resaltar una situación de poder tanto en el mando político, militar o eclesiástico.
Para tal fin, el mecenas, obtuvo licencia de don Pedro Niño de Guevara, a la sazón Arzobispo, cediendo unos terrenos de su propiedad cerca del Hospital de San Lázaro para la construcción de un convento para la Orden de Predicadores, pero los frailes dominicos, viendo la lejanía de la capital y lo insano del terreno, decidieron convencer al mecenas buscando otro lugar más cercano a la ciudad.
En dirección del antiguo Camino de San Juan, actual calle de San Jacinto, existía una ermita denominada de la Candelaria, en la confluencia con unas de las alcantarillas del foso denominada posteriormente “De la Cruz de San Jacinto” . Esta pertenecía a una hermandad con tal nombre que convivía con otra dos: la de los Morenos de Triana y la de Nuestro Padre Jesús de las Penas. La Orden de Predicadores de los dominicos interesados en la edificación de este convento se pusieron en contacto con los hermanos de la Hermandad de la Candelaria, propietarios de la ermita, llegándose al acuerdo para su edificación, tomado en cabildo el día 2 de Junio de 1.651, con la condición de que el nuevo templo ostentara el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria y su imagen debería ocupar lugar preferente en el altar mayor, respetándole los cultos a su advocación, no así con las dos más existentes, que fueron ignoradas en tal trato, desapareciendo la primera y trasladándose la de las Penas a la capilla dela Virgen de la Estrella en el Convento de la Victoria, foso arriba, frente al Puerto Camaronero, con la cual se llegó a fusionar el 15 de Junio de 1.675.
Las obras quedaron finalizadas a finales de 1.675, celebrándose la primera función el 29 de Enero de 1.676, asistiendo todo el Cabildo Eclesiástico y predicando el Ilmo. Don Ignacio Valencia, canónigo con dignidad de medio racionero. Esta fue la primera de las cinco funciones dadas, correspondiendo la segunda al Clero de la Real Parroquia de Santa Ana, la tercera fue costeada por la Hermandad de la O, la cuarta a la Hermandad del Rosario, y la última correspondió a la Hermandad de la Candelaria, siendo en esta función, al consagrar, el templo se puso bajo la advocación de nuestra Señora de la Candelaria, pero a pesar de éste rito eclesiástico, que venia a refrendar el acuerdo tomado, el Convento tomó el nombre de San Jacinto, tal como era el deseo de Baltasar Brun de Cervera, incumpliendo el acuerdo de pleno derecho.
Este convento con el nombre de San Jacinto fue el primer incumplimiento del acuerdo tomado con la Hermandad de la Candelaria por parte de la Orden de los Predicadores, aunque convivieran conjuntamente los dominicos con la Hermandad, no ya con buenas relaciones, si bien se le seguían dando cultos a la titular de la hermandad cedente de los terrenos. El día doce de Febrero de 1.810, las tropas de Napoleón cruzan el puente y toman Triana, dedicando los franceses el convento a cuartel y almacén de vituallas. Una vez desaparecida la invasión napoleónica, vuelven los dominicos al convento ocupándolo nuevamente pero no en su totalidad, ya que las milicias del pueblo de Triana que habían luchado en contra de la invasión, siguieron ocupándolo hasta el año de 1.820, insistiendo el prior la devolución total del convento, no recibiendo contestación por parte de las autoridades competentes, hasta tal punto que fue nombrado cuartelero de San Jacinto un tal José Caballero.
En primer lugar, la idea originaria del mecenas no llegó a cumplirse, como fue la creación de un Colegio de Matemáticas, Retórica y otras ciencias, si bien una Cátedra de Gramática Latina, posiblemente siendo estos los motivos para que el Ayuntamiento de Sevilla, en unos terrenos colindantes “propiedad” de los religiosos, bastantes años más tarde edificara una escuela gratuita, que comunicó al pueblo para su conocimiento mediante un edicto el Alcalde Constitucional don Félix Maria Hidalgo (Trienio Constitucional) el mismo que mediante otro en 1.822, autorizó el Mercado de Abastos en el Castillo de San Jorge.
Setenta y cuatro años más tarde desde que se abriera al culto el Convento, en 1.750, acontece la fundación de la Hermandad del Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora del Mayor Dolor, que años más tarde se fusionaría con la Hermandad de la Candelaria – desconocemos la fecha exacta de esta fusión – por lo cual esta hermandad pasa a ser la copropietaria del templo como así de los terrenos donde más tarde se edificó el colegio.
En 1.821, se produce un conato de epidemia en el barrio, decidiendo las autoridades reparar el convento y en él se recibiesen todos los enfermos, instando a los religiosos que lo abandonasen. Desaparecido el conato de epidemia, los religiosos reclaman a las autoridades su vuelta, pero esto no se produce al llegar en 1.835, la Desamortización de Mendizábal, quedando suprimida la orden, y el convento exclaustrado y en total abandono. Nuevamente se abre al culto pero ya dependiendo de la Real Parroquia de Santa Ana y motivado por las hermandades que en él encuentran cobijo debido a la enajenación de sus bienes eclesiásticos, como fueron la de la Esperanza procedente de la Capilla de los Marineros en la calle Larga de Santa Ana, al ser desposeída esta en 1.868, por la Junta Revolucionaria y la de la Estrella del Convento de la Victoria, más las dos allí ya existentes establecidas con anterioridad: la Hermandad del Rocío establecida desde 1.815, y la del Cristo de las Aguas fundada en 1.750 y copropietaria del Convento debido a su fusión con la Hermandad de la Candelaria.
La Orden de los Predicadores, fundada por santo Domingo de Guzmán en 1.215, empieza reorganizarse en 1.860, insistiendo nuevamente en la reclamación del convento, pero la vuelta no se produce hasta el año de 1.907. La relación con las Hermandades ya venía deteriorada desde un principio por los motivos de la cesión de los terrenos al no haber puesto el convento bajo la advocación de la Candelaria, se vio agravada al encontrarse los dominicos con nuevas hermandades. La Hermandad del Cristo de las Aguas al tener noticias de su vuelta se apresuraron a construir una capilla con el fin de reclamar parte de su propiedad, al ser esta la heredera de parte del convento debido a su fusión con la Candelaria.
A partir de esta fecha y ante la insistencia de los dominicos en su reclamación, las Hermandades allí existentes se plantean la necesidad de buscar una nueva ubicación, siendo la Hermandad del Cristo de las Aguas la primera en salir en Diciembre del año de 1.942, al sufrir el 29 de Octubre de este mismo año un incendio, perdiéndose todas sus imágenes, empezando un doloroso itinerario, hasta encontrar su sede definitiva en la Capilla de la calle Dos de Mayo. En año de 1.962, una vez recuperada la Capilla de los Marineros se traslada a su antigua residencia la Esperanza de Triana. En 1.976, se bendice la Casa Hermandad de la Estrella, siendo su actual residencia a muy pocos metros del convento, en plena calle de San Jacinto, y la Hermandad del Rocío se marcha a la calle Evangelista, antes de San Juan, en donde en un solar de esta calle, última residencia de los gitanos de Triana, erigen la Casa Hermandad con un preciosa capilla.
CONSIDERACIONES HISTÓRICAS
Es indudable que los protagonistas de las circunstancias históricas que concurrieron en el convento de San Jacinto fueron: la Hermandad originaria de la Candelaria, cedente los terrenos de su ermita y hospital y la llegada de la Orden de Predicadores – Dominicos – a Triana, sí bien otras hermandades, tanto las que un principio estuvieron en la antigua ermita, como así las que posteriores encontraron asilo en él, durante la Desamortización de Mendizábal, Esperanza de Triana y la Estrella, no así la del Rocío que llega en 1.815, poco antes del Trienio Constitucional (1.820-1823) estando ya la orden religiosa envuelta en numerosas reformas, habiendoles suprimidos muchos de sus conventos, jugaran todas ellas un papel secundario, pasando a ser protagonistas cuando llegan estos nuevamente al convento en 1.907, una vez reorganizada la orden en 1.860. Ante esto tendremos que describir la filosofía religiosa de estas comunidades, con el objeto de comprender el porqué en la actualidad en el convento no queda ninguna de ellas, aunque abierto al culto.
DE LA ORDEN DE PREDICADORES
Esta orden fue fundada por el después santo Domingo de Guzmán, en 1.215, tomando el nombre de Orden de los Predicadores, aunque el Concilio de Letrán prohibió la creación de nuevas ordenes religiosas, se acogieron a una regla denominada de “San Agustín” que contemplaba algunas de las estructuras de las asociaciones comunales, de un firme carácter democrático, a la cual, bastante años más tarde, también se acogieron la reglas de las hermandades sevillanas, que fueron creadas tomando como base estos preceptos. Esta fue confirmada solemnemente por Honorio III, el 22 de Diciembre de 1.216, a pesar de los acuerdos tomados en este Concilio. El principal fundamento para la creación de la orden era luchar contra la Herejía Cátara, secta religiosa creada en el mediodía francés, que rechazaban los sacramentos de la Iglesia Católica, siendo Toulouse y Carcasona sus principales centros de influencia – pudiera ser esta filosofía el principio y origen de la masonería, según los antiguos documentos masónicos que datan del siglo XIV – aceptando Domingo de Guzmán no estar el clero preparado para luchar en contra de ella, asume llevar a cabo el mismo comportamiento que los “perfectos cataros” eligiendo la predicación y la austeridad y la primacía en sus reglas de dedicarse al estudio. La orden la gobierna un Maestro General (en las Logias, Gran Maestre, a título de comparación) extendiéndose pronto por todo el mundo católico. En la actualidad esta orden religiosa se encuentra totalmente reorganizada, dando eminentes teólogos y filósofos.
DE LAS HERMANDADES
Las hermandades sevillanas, nacen bajo un fundamento básico en función de los acontecimientos históricos. La situación social del pueblo llano estaba desamparada legalmente, sin estructura alguna a que acogerse, estando necesitados de un movimiento social que reivindicase sus sentimientos y necesidades, siendo los gremios o las comunidades étnicas, las que se agrupan bajo el auspicio de la religiosidad imperante, con el fin de reclamar un lugar en una sociedad en la cual estaban totalmente marginados.
Ante tal situación se produce una eclosión de agrupamientos, en función de la religiosidad, y el ámbito social donde estas se desenvuelven, lugar donde la Iglesia juega un papel preponderante, al ser la que tiene en sus manos la aceptación de la aprobación de todo el ordenamiento jurídico que ha de regularlas (Reglas).
La Hermandad de la Candelaria, principal protagonista de este pleito, tuvo su origen en la fiesta que la Iglesia Católica celebra el día 2 de Febrero, conmemorando la presentación de Jesús en el templo y la purificación de la Virgen Maria. Su nombre proviene de los cirios que llevan los fieles en la procesión.
Esta hermandad gremial se origina posiblemente en la agrupación de los artesanos fabricantes suministradores de velas y cirios, aunque no tenemos datos para poder constatarlo.
Un dato a tener muy en cuenta es la desaparición de la hermandad de los Morenos de Triana, fundada en el Hospital y Convento del Rosario en 1.558, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario y Sangre de Jesucristo, que acogió a los “morenos y morenas” del barrio de Triana. Una vez cerrado el hospital encontraron cobijo en la ermita de la Candelaria. Su desaparición se debió a la actitud del Arzobispo Niño de Guevara, llamado “el perseguidor de los negros” y que había sido Inquisidor General, prohibiendo su estación de penitencia y la incautación de sus bienes. No debemos de olvidar que este Arzobispo fue el que otorgó licencia para la edificación del convento.
Como se habrá podido observar en estas dos exposiciones, ambas comunidades religiosas parten de un origen bien diferenciado, ya que mientras a Orden de Predicadores contemplaban la austeridad y soledad dedicados al estudio, las hermandades procedían de un estrato social muy popular entrando en una contradicción constante con la filosofía empleada por los dominicos, de aquí de que se haya establecido desde su edificación del convento un enfrentamiento constantes entre estas dos filosofías, desapareciendo después de siglos, en el reciente finalizado siglo XX.
En la actualidad el convento aparece abierto al culto, pero con ninguna hermandad residente en él. Este dejó de ser un templo popular desde el mismo momento que las hermandades trianeras lo abandonaron.
DE LA ÚLTIMA LLEGADA DE LOS DOMINICOS
La última llegada de los Dominicos al convento se produjo como hemos comentado anteriormente, en el año de 1.907, año en él que empieza un desarrollo cultural en la ciudad, bajo los auspicios del movimiento regeneracionista. Esta época de desarrollo cultural, las hermandades sevillanas también jugaran un papel de importancia, a pesar del choque frontal de las corrientes ideológicas de los nuevos pensamientos imperantes.
Desaparecidos los efectos de la Desamortización, durante la cual se exclaustraron muchos conventos y desaparecieron muchas hermandades, con la promulgación de la Constitución Liberal de 1.876, durante el reinado de Alfonso XII y la regencia de Maria Cristina se entra en un periodo de estabilidad política, en cual la ley de asociaciones de 1887, las hermandades encontraron el apoyo jurídico necesario para su desarrollo, todo esto unido a que andando este siglo y principios del siguiente (XX) las cofradías incrementan su poder de atención para todos aquellos que visitaban la ciudad, siendo el foco de atención por su Feria de Abril creada en la década de los cuarenta del siglo anterior. Ante tal situación es el mismo Ayuntamiento el que establece una serie de subvenciones para las hermandades creando las fiestas primaverales. Las cofradías toman un auge inusitado produciéndose una gran evolución y reorganizándose muchas de las desaparecidas en relación con aquellas originarias y primitivas. Las antiguas hermandades gremiales pasan a convertirse en cofradías de barrio; en el caso concreto de Triana: la Esperanza y la Estrella, ambas ubicadas en el convento desde la desamortización. Todo este tipo de acontecimientos es coincidente con la nueva llegada de los Dominicos a Triana, con lo cual se profundizaba aún más en las diferencias religiosas existentes desde antaño.
Todos estos acontecimientos, desde la fecha en que fue inaugurado, trajeron como consecuencia el no residir en la actualidad ninguna de las populares hermandades trianeras en el convento de San Jacinto, que fueron abandonándolo a medidas que sus posibilidades económicas le permitieron trasladarse a sus capillas adquiridas ya en propiedad con el fin de huir de las experiencias pasadas.
DE LAS FECHAS DE SU INAUGURACIÓN
Don Santiago Montoto en su libro “Nueva Guía de Sevilla” establece la fecha de su estreno el 29 de Enero de 1.775. Lo establece cien años después, no coincidiendo el año y sí el día y mes. Es decir según nuestros datos constatados se inaugura el día 29 de Enero de 1.676, aproximadamente un mes después de finalizadas las obras de su construcción. Nos inclinamos que esta no-coincidencia de fechas, pudiera haber sobrevenido o bien a una errata de imprenta o por confusión a la hora de transcribir los datos, ya que queda demostrado que la Hermandad del Cristo de las Aguas fue fundada en el convento en 1.750, dato aceptado por la misma hermandad y por todos los textos consultados acerca de su historia, fecha anterior a la que da el ilustre historiador sevillano.
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