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CRUZANDO EL PUENTE

LA SAETA

LA SAETA


Han pasado las Fiestas Navideñas, y como un rayo de luz nos acercamos a la Semana Santa. Nos vamos cabalgando en el caballo de las prisas, en un tiempo inexorable donde los valores la mayoría de las veces ausentes han sido sustituidos por una competitividad sin límites, mal entendida, sin freno alguno imponiéndose el todo vale.
Comentarios aparte quiero insertar este articulo acerca de la Saeta aunque ya publicado, difundido y citado en la Red, ya que el mismo me trae a la memoria unos recuerdos de ilusiones, al haberme servido de base para llevar a cabo unas cuantas Exaltaciones de la Saeta, que me fueron solicitadas y que me sirvieron para establecer profundas amistades en los mas lejanos rincones de nuestra geografía.

De este bello y desgarrador cante tenemos sus primeras referencias en un libro impreso en la ciudad de Sevilla en 1.691, titulado: "VOCES DE DOLOR NACIDAS DE LA MULTITUD DE PECADOS QUE SE COMETEN".
El diccionario de la Academia Española en su cuarta edición de 1.803, definió la saeta como: "Cada una de aquellas coplillas sentenciosas y morales que solían decir los misioneros y también se suele decir durante la oración mental". Este concepto aludía a las saetas que cantaban los hermanos del Pecado Mortal y los de la Aurora.
Antonio de Escaray: "Mis hermanos los reverendos Padres del convento de Nuestro Padre de San Francisco, todos los meses del año e domingo de cuerda. Por la tarde hacen misión, bajando la comunidad a andar el vía crucis con sogas y coronas de espinas y entre paso y paso cantaban saetas".
En el siglo XVIII, fueron cantadas por los hermanos de la Ronda del Pecado Mortal, que salían a recorrer las calles para inclinar a los fieles a la piedad y al arrepentimiento.
Es el pueblo quien las recoge aproximadamente en 1,840, popularizándola tomando la costumbre de cantarla. Esta saeta está casi perdida, por su entonación grave, pausada y monótona, pobre de estilo y de ejecución.
Ya hemos encontrado la matriz paridora. Este tipo de saetas fueron las raíces de las originarias en nada parecidas a las actuales. No obstante siguen existiendo saetas autóctonas muy parecidas a las primigenias como la Cuartelera de Puente Genil, la Samaritana de Castro del Río y la cordobesa llamada Vieja.
La saeta actual, la de nuestros días, puede devenir incluso antes de los años veinte que es cuando se generaliza su divulgación sin que se tenga creencia cierta quien fue su creador.
Algunos teóricos se la atribuyen a Enrique el Mellizo.
Hipólito Rossy sostenía que la saeta más parecida a la actual, la denominada saeta flamenca, fue creada por Manuel Centeno y otros están en la creencia que es Antonio Chacón, alcanzando su máximo esplendor con Manuel Torre, La Serrana, Medina el Viejo, La Niña de los Peines y Manuel Vallejo. Pero sin lugar a dudas el que destacó a gran altura fue El Gloria al que siguen imitando muchos saeteros. Fue Manuel Centeno el que estableció la ornamentación el alargamiento de los tercios y la impuso en Sevilla en los años veinte, siendo seguido por la Niña de la Alfalfa.
Tendríamos que preguntarnos: ¿Es la saeta flamenca? Antonio Mairena afirmó que un principio no lo fue, lógico al ser estrictamente un cante religioso Tendremos que analizar esta afirmación: si mantenemos que el flamenco es algo más que el cante, el toque y el baile, es un conjunto de comportamientos y actitudes que vienen dados por nuestros ancestros, la música expresada, sea o no religiosa, es el fiel reflejo de este tipo de actitudes; al aseverar que la saeta en un principio no fue flamenca estuvo en lo cierto, se aflamencó mucho más tarde, cuando la recoge el pueblo y la populariza al manifestar sus creencias religiosas y expresarlas tal como la sentía musicalmente.
¡Ahora bien! Al ser un cante que se ejecuta sólo en unas fechas determinadas, aislado del concepto de los orígenes de lo que entendemos en la actualidad por flamenco, queda marginado, no siendo encuadrado en el árbol genealógico del cante y máxime cuando no puede ser acompañado de guitarra. Bajo este punto de vista también tendríamos que decir que un principio las "Tonás" no fueron flamencas, ya que tienen su origen en los cancioneros eclesiásticos como lo demuestran sus letras antiguas, llegando a existir hasta treinta y tres como la edad de Cristo al ser crucificado. Demófilo llegó a catalogar hasta 26, cantando Silverio Franconeti la cantidad de diecinueve. Avanzado el tiempo quedaron en diecisiete.
En la actualidad, si es que se cantan, quedan tres: la grande, la chica y la del Cristo. La saeta tiene un escenario muy diferenciado al de otros palos que han sido ubicados para su interpretación en distintos ambientes.
A titulo de ejemplo daremos unas simples referencias del origen del flamenco: nace en el entorno de la familia, cafés cantantes, cuarto de cabales y en su final en festivales, peñas y escenarios, mientras que la ubicación de la saeta desde sus orígenes siempre ha sido la misma: la iglesia el balcón y la calle, de ahí no ha salido por la sencilla razón de ser un cante dirigido a las magnificas imágenes de nuestra Semana Santa. La saeta es el único cante que no ha tenido derivaciones, pero si muchas aportaciones, más bien transformaciones, de aquí que es el más evolucionado de todos, habiéndosele aportado gran cantidad de matices, pero siempre con la denominación de saeta, caso contrario con otros palos que al evolucionar han tomado otros nombres, con la excepción de algunos, entre ellos la soleá, que se determina según el cantaor o el pago donde se ejecuta naciendo muchos tipos de este denominado cante grande.
La saeta es el único cante que si lo sacamos de su ambiente pierde su encanto esencial, aunque en la actualidad las peñas, asociaciones e instituciones la están revalorizando con actos dedicados a ella.
¿Qué diríamos si oyeran cantar una saeta en el caluroso verano. Nos quedaríamos asombrados ya que el ambiente nos es el suyo; o en las frías noches de diciembre cuando suenan los villancicos, música también religiosa no pudiéndola sacar de sus fechas tradicionales.
De aquí nace el que no pudiera ser flamenca. Pero sin lugar a dudas si lo es, porque nace del pueblo y como decíamos antes, el flamenco es un comportamiento. Queda claro que sus orígenes primigenios son otros aunque después queden entroncadas con melismas aflamencados, ya que nuestro pueblo por naturaleza expresa su música autóctona y original.
Hoy en día sin perder sus primigenios orígenes y siempre con sus letras dirigidas a las imágenes se cantan por martinetes y seguiriyas, alcanzando en los años treinta gran desarrollo.
Volvamos otra vez a Antonio Mairena, que no nos cabe la menor duda que fue un gran cantaor y estudioso del cante. Nos dice que este estilo llegó de Jerez a principios de siglo, empezando a denominarse saeta por seguiriyas; pero a pesar de ser su origen Jerez como mantiene Antonio, es en Sevilla donde toma cuerpo, naciendo estilos muy variados, alcanzando gran relieve y difusión al coincidir en esta época con las hermandades que alcanzaron gran esplendor al rivalizar entre ellas en la vistosidad del exorno de sus pasos en la calle.
Juan Sierra, insigne poeta sevillano de la generación del 27, impresionado por la saeta que le cantó Manuel Torre a la Macarena en la calle Feria con su magnificencia creadora hizo este poema:

Jerez tiene percales con un diamante oscuro
y en su traje de luto una faja grosella;
el lagar donde cruje la noche es una estrella;
la sombra de su tierra es de azabache puro.
No se que silla baja de limonero duro,
que chiclanera tarde de navaja y querella,
que negrísimo pelo de gitana doncella
surten de cobre y rosa su lamento maduro.
En un abril deshecho con surcos amarillos,
tu voz, Manuel, recuerdo por mi Sevilla clara
de losas de Tarifa y algún clavel nublado:
Hay cristal de limpieza en ajuares sencillos;
una flor Macarena lleva el cante en su cara
y una lágrima antigua se aprieta en mi costado.

Contrastes de luces y sombras, olores de incienso y perfume de naranjos cubiertos de azahar, perspectiva de pintura llevada a lienzo de nuestras retinas enmarcado con los sentimientos del sentir, del saber y estar de un pueblo que con su comportamiento se convierte en protagonista de un espectáculo majestuoso e indescriptible.
En los atardeceres, en los ocasos de tardes primaverales, aparecerá el grito desgarrador y sonoro de una saeta que brota de la garganta, alfar donde es obrada la voz que surca el aire perfumado de plazuelas y sinuosas calles abrazadas por la penumbra de noches templadas de primavera.

Anochecida en un atardecer primaveral,
Anunciada sentencia de Semana Santa
Resume por los cuatro costados arte subliminal
De saetas que cortan el aire: piropos que van
A incrustarse en pechos doloridos
En primaverales atardeceres adormecidos
Por el aroma y la fragancia del azahar.

La saeta es el dardo sublime
que raudo y veloz
corre surcando el aire
aminorando la pena y el dolor.

La saeta es música solitaria
que sale de la garganta
perfumando calles y plazas
en atardeceres, noches y amanecidas.

Es el silencio roto por la dulzura
de una melodiosa e hiriente voz.
Es un amanecer primaveral humedecido
con las gotas del rocío tonificador.
Es tarde y noche acompañada del susurro
gentil de muchedumbres expectantes.

Contraste de luces y sombras,
Olores de incienso y perfume
de naranjos cubiertos de azahar,
Perspectiva de pintura llevada
al lienzo de nuestras retinas
enmarcados con los sentimientos
de los sentires del saber estar
de un pueblo que con su comportamiento
se convierte en protagonista
de un espectáculo majestuoso e indescriptible.

En los atardeceres abrileños,
En los ocasos de tardes primaverales,
Aparecerá el grito desgarrador y sonoro
de una saeta que brota de la garganta,
Alfar donde es obrada la voz
que surca el aire perfumado de plazuelas
y sinuosas calles abrazadas por la penumbra
de noches templadas de primavera.

Discurrir silencioso, mecidas de palios
que es un cantar sonoro acompañado
al compás de bambalinas.

¡Menos paso quiero!

¡La derecha atrás!

El capataz es el director de una obra improvisada.
Su batuta el llamador repujado en plata
salido de las manos delicadas de orfebres
que con su inspiración han de llevar a un cielo
imaginario las imágenes que a golpe de cinceles
han labrado un sentimiento eterno e imperecedero,
que el devenir del tiempo nunca lo hará desaparecer
porque su alma puesta en la gubia y el martillo
han sido guiados por manos celestiales.

¡Al cielo con ella!

¡A la esta es!

Aparecen rostros que reflejan la pena,
caminar de una mujer hermosa y bella
por calles y plazas en su dolor,
pasión y muerte de su hijo, el de Dios.

¡Pararla ahí!

Silencio, que calle todo el mundo.
siseos, mana un cantar:
¡Aquí está la saeta! ¡Aquí está!

Pararla en su caminar,
que canta el pueblo, es su cantar.
Es la saeta que corta el aire,
surca los vientos:
¡Vamos a escuchar!
este cante, que es un cante celestial.

Entre el tumulto va
¡Que la paren!
Que nace un cantar:
El cante de la saeta
que en el balcón está.
¡Párala capataz!
Las estrellas están quietas
para escuchar un cantar.

Virgen mía en tu dolor
te quiero yo acompañar
poco a poco y aliviar
la pena grande que sientes
por tu hijo el Redentor.

El silencio ha quedado roto en mil pedazos,
acompañado de mecidas y tintineo
de bambalinas, exaltación plena
de emociones contenidas.

La saeta ha hecho embargar los corazones,
el cante solidario de pena ha hecho brotar
lágrimas improvisadas que corren por las
sonrojadas mejillas, fieles consejeras del
arrobamiento, compañero inseparable
del sentimiento.

La saeta es el sentir, la dignidad hecha cante
grande, majestuoso, que engrandece las almas
expectantes embargadas y contaminadas de
fragancia de incienso, jazmines
y azahares de limoneros.

Sevilla perspectiva de luz y color
que duerme y sestea entre bordados
y bambalinas, entre música de colores,
mantos, ceras, cruces de guía y flores.
Capataces, orfebres, túnicas y algodones.

Sevilla belleza de torres y campanas.
Plazuelas, ríos, arroyos y puentes;
Murmullo de sonoras sonantas,
Chapoteo del agua de sus fuentes,
De sus estanques que hacen sentir:

Penas y alegrías,
Saetas, palmas,
cante y mecidas,
pintura y poesía.

Sevilla, luminosa claridad acuñada
en el troquel de vivencias eternas.

Sevilla, es el cante hecho Saeta,
en tardes primaverales, pintada y
cantada por sus poetas.

Sevilla en Semana Santa es gloria,
es un cielo engalanado, con altares
itinerantes, grabados en la memoria
en el torno de los alfares.

Sevilla es todo un crisol de colores,
un lento caminar,
por senderos embargados,
en la creencia de su fe,
pletórica de emociones.

Sevilla es otro resplandor,
Sevilla, está llena de amor.
Sevilla es dolorosa saeta,
contraste de su alegría: su dolor.
Sevilla es cantada por sus poetas
pintado con vivos colores
por los pinceles de sus pintores.

¡Sevilla es lo que es!
¡Y no hay que decir más ná!
Porque Sevilla en Semana Santa:
¡Es un gran altar!
¡Es gloria celestial!
Que digan lo que quieran
que no hay otro igual,
que la gentes de Sevilla
son sevillanos de verdad
¡Y que no nos digan más ná!

No, no nos preocupemos
que es nuestro cantar
que seguiremos escuchando
ante un engalanado altar,
un crucificado, una dolorosa,
que con caminar despacioso va.


Ha llegado un año más,
amaneciendo la primavera
inundada de olores blancos
y puros de azahar,
apareciendo la saeta:
música celestial.




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