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CRUZANDO EL PUENTE

POESIA

SUEÑO FLAMENCO




Sentí un murmullo, corrí,
Por callejuelas y plazas
Y en unos de los recodos sentí
La luz de la esperanza.

¿Quizás poeta? ¡No lo sé!
¿Quizás un trotamundos?
Que suele abrir el corazón
A sus amigos más queridos,
Qué me dijeron ¡Ven aquí!
A éste rincón sagrado
Para decir la copla
Con versos rimados,
Entre azulejos de ensueños
Jamás nunca soñados.

En una noche otoñal
Por amigos fui llamado
Para poder pregonar
De Andalucía su cantar.

Ese cantar de Triana.
Ese que no se ha ido.
Ese que dicen perdido.
Ese que siempre estará.

Busco por calles y plazas
En puertas y corrales,
No lo veo, ¿Donde está?
Lo busco y no lo encuentro
En el alma debe de estar.

Sentí un murmullo, corrí,
Por callejuelas y plazas
Y en mi Triana sentí
La luz de mi esperanza.

Y como un trotamundos busqué por todos los rincones, queriendo encontrar el cante, si, rincones de mi tierra, donde su principio es un horizonte de historia y leyenda de una Triana bendita que fue el inicio aglutinador de una música esparcida, sembrada al voleo por las tierras feraces de la cultura ancestral y milenaria del saber estar, entre esteros y rías, entre cumbres de cimas nevadas, en las catedrales mineras de oscuros túneles, veneros de cantares reivindicativos de la pena angustiosa del ser humano que se agarra a la necesidad de la supervivencia expresando su cantar; en las sierras agrestes surcadas por caminos y veredas tortuosas adornadas con la flor de la jara y el romero donde nace el fandango de una Huelva serrana, sentencia del cantar de la pena y la alegría; entre las salinas que se besan con los horizontes azules en un océano que es acariciado por las cantiñas y las alegrías de un pueblo sabedor y conocedor de su historia a través del cante, hecho musical no escrito pero transmitido por el sentimiento apareado de sus mujeres y hombres, que sembraron la semilla de la procreación cultural para que gocemos hasta la eternidad de un saber que no desaparecerá a pesar de unas corrientes atlánticas venidas de un norte frío y helado que llevan en su alma la conquista inquisidora de los ruidos estridentes, principios y orígenes de un barbarismo ancestral, fiel comportamiento de unas actitudes que nunca, con firmeza, nos deben de influenciar, porque poseemos nuestra forma de ser, que si se quiere particularisima, pero así somos y siempre hemos sido, en la que Triana es un punto de referencia magistral, el papel pautado, por la simple circunstancia de haberse hecho asimisma. Dejadme que cante a mi tierra, la tartésica, la fenicia, la romana, la árabe, mezcla y mestizaje, punto de unión de riquezas de una cultura sembrada en un territorio fértil como el limo arcilloso que configuró el triángulo mágico de cante, del cual somos sus herederos.

A TRIANA,

Y sentí el tañido de una guitarra, y escuché un cantar, ese que se lleva en el alma, el que recorre sus calles y plazas.
El que surca los vientos y acaricia el sentir de las entrañas adormecidas en el tálamo de un tiempo pasado.
Y brota la copla de la fuente creativa de sus gentes, gentes que como los pájaros cantores se aparean con el trino timbrado de su música para la conquista ensoñadora de una mocita de nombre Triana.
La que se engalana, se acicala, para que su belleza natural, sea exultante.
¿Será esta desposada, hermosa y joven criatura la madre del cante?
¿Será la que ha sabido recoger esa música ancestral que nos enduenda, habiéndola moldeado en sus fraguas, refrescada con la brisa marinera de su río y nos hace decir quien somos?

Muy cerca, muy cerquita del río, de su río, en sus orillas bañadas por una corriente serena, se escucharon los cantares del barrio mío y con el lamento del dolor de un parto fecundo nació el cante:

Soleá del barrio mío,
La que nos hace llorar
Escuchando este cantar.

Y está la siguriya
La gracia de los tangos
Y la grandeza de la toná.

Tangos de mi Triana
Nacen en la Cava
Perfumados de compás.
Martines y carceleras
Quejio roto, desgarrados
Golpes en el yunque dan.

Flamenquería en sus calles,
Esencia en la memoria,
Frescura en su talle.

Triana es eterna,
Siempre la gloria presente,
Es parto doliente
De flamenquería naciente.

Cava Alta, Cava Baja,
San Jacinto y Altozano,
Castilla, Betis y Puente
Río Grande y corriente.

Pólvora y alfares
En un pasado glorioso
Barro puro en sus tejares.

Triana, madre del cante,
Cuna de cantaores
De artistas con desplante.

El amor es permanente
Como barro en el alfar
Es Triana latente,
Triana, ¡Eterna será!

Memoria del cante ida,
Los sentimientos preñados
En oscuros túneles
De un tiempo sentenciado.

La pena del sentimiento,
La pena del sufrimiento,
Lágrimas, llantos, añoranzas
En ausencia de la falta.
De cantaores que no están,
Tantos que en la memoria
Siempre, siempre estarán.

De Triana el cante se ha ido
A un cielo azul impenitente
Por caminos de verde olivo
Aún ausente está presente.

Gitanos que se fueron
Sin quererse ir.
Gitanos que nos dejaron
Con la pena y el sentir.

El Fillo, la Andonda, la Bilbá,
Siguriyas, martinetes y tonás.
La Gómez, la Josefa
Mujeres de tez morena
Que cantaron por soleá.

¿Dónde está Frasco el Colorao?
Maolillo el Maestro, Manuel Maera,
Curro Pabla y Juan Pelao.
En la Triana de altos cielos
Con Juana la Rinca y Juan Encuero.
¡Cánteme señó Manuel Cagancho!
En la Cava del alto cielo
La siguiriya del Reniego
Que es cabal sentir trianero.

¡Cánteme señó Manuel Cagancho!
Tu cante que es alma presente
En la Triana de altos cielos
En el día a día, aún ausente
De tu cante enamorarme quiero.

El Mogigongo, El Mojoso,
Baile y cante sin fin,
Sudores de fragua, afanosos
Noriega y el Tío Martín.

Triana con su sombra
Da frescura al cante
No parte el alma, la comba
Nace la luz y parte
Un sol radiante que discurre
Como llama luminosa del arte
De Mazaco y Manuel Torre.

Sabor de Triana antigua,
Ya en el tiempo lejana
En el alto cielo, el eco del cante
Siguiriyas y tonás-livianas.

¡Triana !

Jardín de perfumes y aromas.
Cava semilla de la soleá.
En otro jardín de flores
Rosas y claveles están.
El Garfia, Vigil y el Pinea
Cortando tallos de la soleá apolá
Joaquín Costillares, Manolo el de los burros
El Pili, El Pintirropo y Wenceslao,
Jardineros del cante que se nos fueron.
Emilio Abadía, El Sordillo,
Joaquín y Antonio Ballesteros,
Perfil de rosas, barros por tejares cocido
Tallos de cante de Domingo el Alfarero
Resuenan los ecos en el alto cielo.

¡Aún suena en el Zurraque!
Oliver ausente
la Soleá de los alfareros,
Germinó la semilla presente:
El Teta, Antonio el Arenero,
Paco Taranto y Marquez el Zapatero.
¡Que no se vaya el cante!
¡Nunca!
De una Triana ya lejana
Que siga estando presente
En las calles de Triana.

Todo es silencio, sólo roto por algo que no sabemos que es, es un ruido ni sonoro ni armonioso, es un cante moldeado en otras fraguas distintas a la de Triana, es un ruido estridente, que no tiene la frescura de la talla elaborada con la arcilla trianera.

¡No es soleá!
¡Ni siguiriya!
¡Ni toná!
¿Que cante es?
¡No lo sé!
¡Ni ellos lo pueden saber!

Me callo y en la soledad de mi sala y alcoba, solo en compañía de mi triste y apenada conciencia, inseparable compañera, miro en los lejanos y dulces horizontes del cante. Ese cante que algunos, diríamos hasta muchos, dicen que en Triana es un mito.

Luto negro, enlutada
El cante de la siguiriya.
La alegría de los tangos
Es la alegría nunca soñada.

Triana está triste,
De luto negro va vestida,
Porque algunos dicen
Que no tiene ya ni río
Ni puente, ni cante,
Porque el cante se ha ido.

¡Pero es que dicen más!
¿Que dicen?
¡Que nunca lo ha tenido!

¡Eso no puede ser!
¡El que dice eso
Es que no quiere saber!
¡Donde está Triana,
Y el cante hecho bien

¿Mira que si es verdad?
¿Le preguntaremos a los cantaores?
¡Sí, a los cantaores del lugar!
¡Esos que todavía están en el cantar !

¿Dime Paco Taranto?
¿Es que no sabes cantar?
¡No será, que no te dejan
Hacer el cante por soleá!
¡Claro si en Triana has nacido
No nos debe de extrañar!

 Es que de Triana no quieren saber, ¿por qué? ¿No será por no tiene la arena blanca y fina de playas y murmullos de olas? ¿No será porque está ausente la brisa marinera de un mar acariciador de luces y claridades salineras? ¿No será porque no tiene montañas agrestes con nieves en sus cumbres? ¿No será porque su río no tiene corriente y no lleva sus suspiros a la mar? ¿No será que su duende se ha ido, ante tanta espera, siendo ignorado, vejado por tanta incomprensión?

Que le pregunten
a Don José Sánchez Bernal
Naranjo florido para nosotros
Naranjito para los demás
Que en el cielo está.
El cante no se ha ido,
ni se irá nunca jamás,
¿Es mentira lo que digo?
¿O es nuestra gran verdad?
Don José Sánchez Bernal,
Naranjo para nosotros,
Naranjito para los demás.

Si algo quieren saber
Se lo pregunten al río
Que hacia Sanlúcar
Corre llevándose los suspiros.
Suspiros de llanto
Corren hacia la mar
Por la corriente del río
Dejándonos sin el cantar.

El cantar de Triana,
El que era mi cantar
El que nunca volverá,
Porque se fue por el río,
Por el río, hacia la mar.

Navego hacia la mar
En un barquito de vela
Haber si puedo encontrar
El cante, que en la mar está.

Entre olas y olas,
Brisas y espumas blancas
Busco mi cantar, el de Triana
Haber si lo puedo encontrar.

Me han dicho que aquí está,
De la mano de los suspiros
Por la corriente del río
Navegando hacia la mar.

¿Dónde están los corrales?
¿La bigornia de las fraguas?
¿Los jazmines, el azahar?
¿El olor de la albahaca?
Corren y van por el río,
Envueltos en mis suspiros,
Corriendo van hacia la mar,
¡A la mar océana! Allí van.
Navego en mi velero
y los quiero encontrar.

Pescador de cantes,
De coplas olvidadas
Para traerlas a Triana
Y ser de nuevo cantadas

Cantadas por seguiriyas
Deblas y tonás,
Carceleras y martinetes
Y nuestra simpar soleá

Ya está dicho, y lo dicho, dicho está, me echo mi jaba al hombro y me voy a caminar por los rincones de mi tierra en busca del cantar, ese cantar que me endulza el espíritu, me refresca el alma y me fortalece para seguir queriendo lo que más quiero, como es el cante:

Y A CADIZ
(Le digo)

Entre murmullos de olas,
Pescando estoy en la bahía,
En el horizonte, en la lejanía
Reluce la Tacita de Plata,
Con sus cantes por alegrías.

Entre brisas salineras,
Me viene al recuerdo
Los ecos y voces sonoras
De cantaores que se fueron.

La Perla, Manolo Vargas,
Aurelio Sellés, Pericón
El Flecha, Las Mirris,
Que me hielan el corazón

Y se oye el mirabrás,
Guajiras y milongas,
Cantes de ida y vuelta,
Que irán y no vendrán más.

Y paseo por la muralla y por la Caleta,
Escucho el murmullo de las olas al compás
De los tangos y tientos que en Cádiz se dan,
Con la gracia y el salero de sus gentes,
Gentes de una verdad sin igual.
Y el que no sé ría en Cádiz,
Es que no sabe escuchar
El aire de nuestra tierra
Que vestido de gracia está,
¡Y escuchamos algunos decir
Que aquí no hay gracia ni sal!
Pues quien diga eso:
Es una mentira como una catedral
Porque la gracia y el salero de Cádiz,
Es un templo muy grande,
Donde se dice toda la verdad,
Que las gentes de Cádiz están
Llenas de gracia y de sal.

A SANLÚCAR DE BARRAMEDA

Muy cerca está Sanlúcar,
Cantiñas de mar y río,
Con su cante de la rosa
Un cantar de señorío.
Están diciendo las gentes:
Van a poner un velero
Desde Cádiz a Sanlúcar
Para los cantes ir y venir
Llenos de gracia y salero
Y el cante se quede allí.

No sé dónde ir para escuchar el cantar.
¿Hacia los horizontes de una Huelva marinera?
¿Hacia Málaga, la que dicen Cantaora?
¿Hacia Córdoba la Llana, con su cante por serranas?

¡Ya que estoy en Sanlúcar!
En Jerez me he de quedar,
Estoy muy cerca, muy cerquita
Y podré escuchar todo su cantar.

A JEREZ

Barrio de Jerez: Santiago
Donde se escuchan los cantes
En una noche oscura y larga
Rompiendo el silencio el gallo.

Son las claras del amanecer,
Rompiendo el cante amado;
Con espuelas de plata cabalgan
Jinetes con grito desgarrado,
Apagan las voces y callan.

El cantar es un Terremoto,
La pena y el sentir un lamento,
Cuando el cante esta roto,
Por un Agujeta de sentimiento.

Y suena la guitarra de un Morao
Adornada con arpegios dorados
Con su toque de perfume a gloria
De sus manos un toque enamorado.

Y en la fiesta nacen las bulerias,
Las palmas como una orquesta son
Y a las claritas viene y llega el día
Se ha ido la noche, viene el sol.

Las palmas siguen tocando,
En la fiesta reina la alegría
Están de fiesta, siguen cantando,
El cante, el cante por bulerias.

Soñoliento no me deja ir
El duende del querer,
Para de Santiago partir
Dejando el cante de Jerez.

A MÁLAGA LA CANTAORA

Más al sur quiero ahora
Me dé la brisa marinera,
De la gracia de Algeciras
Y de la Málaga cantaora.

Las olas de su bahía
Son cantes marineros,
Como trémolos de guitarra
De Paco de Lucia.

Puente de playa serena
Que une nuestro cantar
Una costa de sol y arena.

Con mi jaba al hombro
Después de un largo caminar
A Málaga he llegado
Para escuchar otro cantar
Esos que llaman malagueñas
y los quiero escuchar.
Cantes abandolaos
Verdiales y jaberas,
granainas y rondeñas
Son los cantes dorados
Cantes de Juan Breva.
Y están LaTrini y El Canario
Y tantos otros que se fueron:
La Peñaranda y El Perote
Y don Antonio Chacón
Y Rojo El Alpargatero
Que llevaron a Levante
La semilla sembradora,
Sembradores del cante
Naciendo la cartagenera
La grandeza de la taranta
Y la pena de la minera.

A GRANADA

En Granada he de pasear
Para escuchar la granaina
Que es un dulce cantar.

Calles de mi Granada
Sacromonte y Albaicin
Es la memoria añorada
De todo nuestro sentir.

Donde el cante asoma
En una ventana sin pretil
Y una voz de albahaca
Fresca como el jazmín
De un gran Mórente
Es la que está aquí.

Sembrador de coplas,
Sembraste una Estrella
Con tu cante viejo y nuevo
Que el sentimiento llena.

A FEDERÍCO GARCIA LORCA

Donde ha nacido ese cante dulce y armonioso de las malagueñas, tarantas, tarantos, granainas, mineras y cartageneras; su origen fecundo fueron los aires de los primigenios fandangos abandolados malagueños: verdiales y bandolás, siendo su precursor un Antonio Ortega Escalona de sobrenombre artístico Juan Breva del que nuestro inmortal Federico le dedicó su poesía engalanada de suspiros y sentimientos del que dijo:

Juan Breva tenía
Cuerpo de gigante
Y voz de niña.
Nada como su trino.
Era la misma
Pena cantando
Detrás de una sonrisa.
Evoca los limonares
De Málaga dormida,
Y hay en su llanto dejo
De sal marina.
Como Homero, cantó
Ciego. Su voz tenía
Algo de mar sin luz
Y naranja exprimida.

El cantar de Federico es su poesía armoniosa y bella, honda que nos llega, que nos llega a lo más profundo de nuestro ser, y hay quien dice que no era flamenco, aquellos que esto dicen no entienden ni saben que el flamenco es nuestro comportamiento de saber estar y el sentir de un pueblo que lleva en lo más hondo de sus entrañas la cultura de sus ancestros milenarios, sedimento poso enriquecedor que ha embellecido nuestra herencia musical.

Federico, querido y amado
Poeta de amor fecundo,
En tu alma generosa llevabas
El cante del pueblo enamorado.

De un cantar que pregonado
A la rosa de los vientos,
Son los llantos, penas y alegrías
De los sufrimientos tolerados.

Tu cante en versos soñados
Con dulzura de tristeza llena,
Cantes de la pena y la alegría
Cantes que fueron moldeados
En la fragua de una larga vida
Al viento un presente soñado
De ilusiones nunca logradas,
Y pensamientos marchitados.

Federico García Lorca,
Poeta de amores queridos,
El cantar está en tu alma,
En un alto cielo amanecido.

Y me voy de Granada por carriles y veredas, con la pena en el alma sentida, al haberte encontrado por sus calles y plazas y haber respirado el perfume de tu poesía reflejada en el espejo del cante de un Sacromonte y un Albaicin, con una Alhambra preñada de duende y el encanto del murmullo del agua clara de sus acariciadoras fuentes como el tañer de guitarras que me han embargado los sentimientos eternos del duende y tu poesía me ha llegado a lo más hondo del ser, tus versos son mis compañeros inseparables, los que me dan aliento para seguir caminando por los senderos y vericuetos del cante.

A MORON Y LA PUEBLA DE CAZALLA

En el horizonte: Sierra Nevada, que acicalada con su manto de armiño blanco se pierde en la lejanía de los caminos de la vega; atravieso la campiña y navego por los mares de verdes olivares salpicados de vides preñadas de uvas dulces que me trasladan en la nube blanca de la ilusión para llegar a tierras moriscas, tierra de cantaores y poetas. Ya diviso la antigua Cazalla de la Frontera de casas encaladas, ya respiro el aire de su cante. A lo lejos el Cerro de las Encarnaciones herido por el blanco de sus caleras del Mauror árabe, hermanamiento de pueblo que han hecho del cante algo sublime donde la luz de la campiña ha parido cantaores y tocaores de hidalga estirpe que se nos fueron:

Miguel Vargas,
Diego del Gastor,
La Niña de la Puebla,
El Niño de Morón,
Y en el cielo esperaba
Joselero gran cantaor.

En el alto cielo están
En compañía de la pintura
De Moreno Galván.

Y aún suena el cante
De nobles moriscos:
Dieguito Clavel
Manuel Gerena
Y Meneses, José.

A MAIRENA Y ALCALÁ

Hacia Mairena y Alcalá camino para escuchar otros cantares, los cantares de mi tierra, que son los míos, porque nadie nos puede arrebatar los sentimientos del cante, del toque y el baile, Santísima Trinidad del flamenco,

Triste y profunda
La soleá de Alcalá
Que nos hace recordar
La verdad del cante,
Del cante de verdad
De Joaquín el de la Paula
El Niño de los Lobitos,
Talega y Antonio Mairena.

Suena el desgarro del cante,
Del cante grande por soleá,
Que corre entre molinos,
Movidos por aguas claras
Del cante grande de Alcalá.

De Triana llegó el cante
Por los caminos de Alcalá
Allí encontró la triste pena
Triana, en su cante por soleá.

Niño de Rafael,
Cantaor en el cielo soñado
Niño de Mairena
Cantaor en el cielo amado
Antonio Mairena
Tu cante consagrado
En nuestra memoria
Estará siempre grabado.

Tu cante fue grande,
Sangraste el cante
Por tus cuatro costados.
Toda tu voz fue cante,
Venero de nuestro cantar
Cante de una gran verdad
Que no podremos olvidar.

A LA ALAMEDA

Desde el Castillo de Alcalá, diviso en la lejanía la Giralda Mora, vigía, celosa guardiana de los encantos de los barrios de una ciudad eterna, esbelta con su silueta de mujer bella, la que resalta su hermosura en el horizonte, abrigada con el manto de un cielo azul celeste y perfumada con el aroma de sus jardines. Hacia Sevilla voy, quiero pasear respirando los aires del cante entre los álamos y las acacias de la Alameda y embriagarme con el recuerdo en compañía de los duendes de insignes cantaores que aún los tenemos presente en nuestra memoria.
A PASTORA

Está el cante vivo
De una gran cantaora,
La oigo desde el cielo,
Escucho la petenera
La petenera del reniego,
Que cantó Pastora.

Tu cante no se ha ido
En otras voces quedan
Cantan tu cante grande
Que no está en el olvido.
Un recuerdo no ido
En el presente guardado
En sabanas de Holanda
Con esmerado mimo.

Tangos, tientos,
Soleares y alegrías
Se oyen en la Alameda
Y su cante por bulerias
Y la grandiosa petenera.

Fue tu cante tan grande
Que las campanas de la Giralda
Callaron para escucharte.

Pastora Pavón Cruz
"Niña de los Peines"
Miel dulce fue tu cante.
Un día Sevilla entera lloró
Cuando un ángel custodio
Tu alma al cielo llevó.

A CARACOL

Tu cante un desgarro.
Tu voz: acero templado.
En campos de nardos,
de cantes sembrados.

Alhelíes y clavellinas,
Rosa y clavel perfumado,
En alamedas mantenidas
Con tu cantar amado.

Suena el eco de tu voz,
Como murmullo de un río
De agua clara: Que son,
Tus cantes siempre míos.

En un día de Febrero,
A los cielos subiste;
Como ángel custodio,
Un mes siempre triste.

Una pena contenida:
Melancólica agonía
De una pena sentida.
Caracol es su nombre
En los altos cielos está
Su embrujo, un siempre
En nosotros se quedará.
Siempre, siempre, hasta
El fin de los tiempos:
¡La Eternidad!

A MANUEL VALLEJO

Quien me iba a decir a mí
Que un día triste de agosto
Un cante precioso iba a subir
Por los senderos al cielo
Y jamás dejar tu cante oír.

Quien me iba a decir a mí
Que gentes interesadas
Quisieron apagar la llama
De tu cante y no poderlo oír.

Así, jamás y nunca fue,
Por que tu cante es eterno
Y siempre estará aquí.

Manuel Vallejo se llama
El que con su cantar
Encendió un cielo grana
Que no pudieron apagar.

En noches y amanecidas
Aún se oyen su granaina
Cante grande su cantar
Con su voz laina y fina.

Un rinconcito quiero
Para ver a su persona
Tallada en bronce negro.

Que lo vea toda Sevilla,
Todo el mundo entero,
Y nunca más lloremos
El cante de sus seguiriyas.

Cuanto será lo que quiero
El ver su persona tallada,
Tallada en bronce negro.

En una mañana muy de temprano, paso el puente viniendo de la Alameda y vuelvo a mi Triana, no camino más, mis fuerzas esta agotadas.

Temprano muy de mañana
Se ha acabado mi caminar
Por toda esta tierra mía
Habiendo escuchado el cantar
De toda mi Andalucía.

En Huelva la Serrana
Córdoba la llana,
Lebrija y Utrera
Por sus caminos no he andado
Pero que importa sí en mi memoria
Sus cantes los tengo grabados.

De Córdoba sus alegrías,
Los fandangos de Lucena,
De su serranía la serrana,
Y un Cayetano Muriel
Con su gracia soberana.

Y un maestro de maestros
Al que le llaman "Fosforito"
Nacido a orillas del Genil
Que tiene nombre de Puente
Y tiene en su alma el sentir
del cantar en el arte nuestro.

Y a Huelva no he de ir,
Son tantos sus fandangos
Que no cabrían aquí
En unos versos rimados
Imposible de decir.

Están los de Almonaster
Los de Paymogo y el Cerro,
Los de Santa Bárbara
Los de Valverde del Camino
Los de Encinasola y Alosno.

En los estilos personales
Imposibles todos de nombrar.
Los del Tío Pedro Maria,
Los de Pérez de Guzmán
Los grandes: Rengel y Rebollo
Paco Isidro y Juan Maria
Y el genial Paco Toronjo.

A Lebrija no quiere ir
Son mis recuerdos sentidos
De amores queridos
Que no quieren estar allí.

Se nos fue Pedro Bacan
A los altos cielos
Que un día lejano ya
Me tocó la Guitarra
Para poder recitar.

Que noche aquella,
Noche estrellada,
Noche de San Pedro,
Su última mirada.

Y de Utrera que voy a decir,
Si están Fernanda y Bernarda
Que están el cielo
Con el cante en su sentir.

Llego a mi Triana
La Triana del alma mía,
Suelto mi jaba
Hasta un nuevo día.

Cuando despierto
Muy de temprano,
En un nuevo amanecer,
No he andado,
No he caminado,
No estoy cansado
Estoy en mi triana
Donde sólo he soñado.


PIROPOS soleares

PIROPOS soleares


PIROPOS
(Soleares)



Entre soles y estrellas
encontré dos luceros,
fueron tus lindos ojos
que por ellos yo muero.

Tus ojos dos luceros,
tu boca un rojo clavel,
tu cuerpo un venero
el que me quita la sed.

Eres un barquito de vela,
que navegas con el aire
y yo moverte quisiera.

Quisiera yo andar
por las aguas del mar
¡Quiéreme mozuela mía,
que voy a naufragar!

¡Una, dos, tres!
Tan bonita eres,
¡Eres tan bonita!
Que quiero tu querer.

Por la corriente del río
navega toito mi querer.
Navegan mis suspiros.
¡Cuánto te quiero! ¡Mujer!

Cuanto quisiera yo
tocar el sol y la luna.
Si tocara tu cuerpo,
tocaría la luna y el sol.


GITANITA

GITANITA

Relato breve 

Han pasado años, muchos años, en mi memoria está aún presente aquel imborrable recuerdo del color de tu cuerpo, de tus pechos de pezones hirientes, de tu contoneo en el andar, de tu pelo negro como el azabache. Siento en mis manos el calor del contacto con tu piel morena, en mi retina aún está tu serena mirada que me encandilaba y encendía mi alma alimentando el fuego de un enamoramiento que desde niño prendió y alimentó la llama que ha sido el sustento de toda la ilusión de una agitada vida, encontrando en ti el consuelo fértil de la felicidad soñada.
Un día el graznido de un negro cuervo espantó a los pájaros cantores que con sus trinos lanzaban al aire los pregones de la libertad añorada, sembrada en la besana con el sacrificio de la sangre derramada que regó y alimentó los veneros de las creencias imperecederas que son el alimento, el pan, comunión diaria de la vida.
Está ausente el perfume de tu amable compañía, no puedo mirarme en el espejo de tus ojos negros de una viveza encantadora, no oigo tu palabra evocadora de sueños, pero en lo más hondo de mi alma siento el encanto de tu carácter envuelto en los ademanes de tus gestos, transformados en la compostura de tu baile.
Miro el horizonte de un oscuro pasado y veo como la alegría embarga toda mi alma al comprobar que el tiempo no ha mermado en absoluto la grandeza de tus comportamientos engendrados por la luminosidad del sol caliente y la salinera claridad de las tierras del sur, de ese sur que acaricia con el murmullo de olas, las arenas finas de playas majestuosas de paz y tranquilidad que paren el carácter hondo y sentencioso de un saber milenario.
Parto venturoso el de tu baile que enamora y cicatriza las heridas de los desconsuelos con tu creatividad plena de belleza pura y natural, tu fuerza expresiva rompe fronteras abriendo caminos de esperanzas e ilusiones que me da la fuerza necesaria para defender las creencias sencillas y nobles de nuestra verdad, esa verdad en la que cree todo el generoso ser humano que lo aparta de vanidades y de egoísmos para alcanzar metas venturosas llenas de tolerancia y comprensiones benefactoras. Baila, baila gitanita de pechos de piel morena, negros como la pena, calientes co
mo el fuego abrasador que me anima a seguir caminando por la vereda tortuosa y angosta de la vida, plena de matojos espinosos que hieren los sentimientos profundos de mi ser.
Aún pulula por mi mente aquella noche abrileña de embrujo, contagiado por el aroma del azahar de un limonero que majestuoso y señorial nacía en el trono de su arríate que daba bienvenidas inquebrantables de olores a los llegados; que sarao aquel en la oscuridad de un atardecer, donde el patio era un palacio musical y escuché por primera vez el murmullo de la guitarra que como agua clara de los arroyuelos hizo volar a musas inspiradoras con el tañer de sus cuerdas embrujadas con las manos hábiles y enduendadas de un sentir. Eco sonoro y hermoso que mi hizo correr por las mejillas el agua salada de una emoción no contenida, dándole sueltas a las riendas de la pena y de la alegría, madre paridora del cante y el baile.
Cante, toque y baile, Santísima Trinidad del flamenco, los tres una misma persona, como el Dios de Judea, él que será eterno, crucificado en la cruz de las incomprensiones de una música a la que muchos hieren con su lanzada certera y otros venden su túnica de color púrpura en el mercado, mercachifles de lo superfluo, lo vano e intrascendente.
Negros, profundos ojos negros, como el pozo de las penas; negro, pelo negro del color del azabache, melena suelta al aire como bandera que ondea al viento; pechos cimbreantes como las espigas en los trigales; cintura como el atado de un ramo de rojos claveles; tez morena como la sombra de un mágico hechizo; blancos dientes de marfil y voz cantarina. Que recuerdo el de aquel agonizante día y mágica noche que enloqueció mi alma reafirmándola en mi enamoramiento, pasión encendida que iluminó la oscuridad de mis caminos llenos de desasosiegos y desesperanzas.
Correrías y vuelos por los callejones, con tu jaba al hombro, donde guardaba los cantes, las penas y las alegrías; bailes y cantes, unas veces la risa y otras el lloro y entre tus manos un pañuelo blanco y limpio como tu pureza y sentí el aire en mi cara que traía la gracia y el salero de las bahías y los esteros y en mi soledad humana sentí los fandangos de Huelva la serrana y te quedaste tan sola que te escuché por soleá, ¡ Si! por soleá de Triana y de Alcalá, y te vi bailar y te oí cantar hasta las altas horas de la madrugada.
Cuando el otro día te vi de cerca, en un atardecer oscuro y lluvioso, mis ojos se encendieron y no pude evitar que mis lagrimas se deslizaran por mis mejillas rugosas, pasaste por delante de mi despacito, como una suave brisa que acarició mis recuerdos.¡ Sólo! ¡ Otra vez sólo me quedé ! en la soledad despiadada mi vida, llena de desencantos e ilusiones desvanecidas. Embargado por la emoción tuve que buscar el cobijo de un banco solitario, rodeado de hojas caídas como los años de mi vida, en compañía de inseparable cayado, ese que calla y me ayuda en silencio para seguir mi lento andar por calles y plazas.
¡ No me has mirado! ¡ No me has dicho nada! ¡ No me has reconocido! ¡ No se ha dado cuenta! Iría ensimismada con sus pensamientos de amores, de nuevos amores.
Se ha echado la noche, la bruma con su manto húmedo cubre la plaza, los árboles tristes lloran, mi chaqueta raída se encuentra húmeda, mis manos temblorosas y frías, aquellas que un día tuvieron el calor de un cuerpo esbelto están dormidas, sólo despiertan con el recuerdo del tacto de una piel morena.
Fiesta y alegría, cante y baile oigo en la lejanía, suena una guitarra, oscuridad en los callejones, sombras que quieren que el cante calle, afilados cuchillos lo acechan , presos están los sentimientos en la cárcel del temor y el miedo, ángeles guardianes de voces están en vela, celosos custodios que otean los horizontes infinitos de las penas y las alegrías, fuentes y venero del cante que una vez acrecentada la torrentera no hay diques de intolerancias e incomprensiones que lo pueda detener y nacen coplas y cantares nuevos como los amaneceres frescos de las creaciones plenas y constantes de sentirse en flamenco, de expresar lo más hondo de un alma indómita y rebelde que se cobija en la sala sacramental de lo más profundo de nuestro sentir.
Con mi lento caminar recorro las calles, con mi paso cansino llego al que ha de ser mi refugio, al entrar en el portal una luz mortecina es lo único que alumbra, en el centro del patio veo un limonero añoso, todas las puertas del corral están cerradas, la mayoría de ellas cerradas para siempre, aún queda en el empedrado suelo las negras huellas de las encendidas candelas, aquellas que alumbraron anocheceres plenos de cantares y coplas. Despaciosamente subo las escaleras, peldaños gastados, hollados por tantas pisadas de años; mi sala está solitaria, falta el calor de la compañía, siento frío, un frío interior incontrolable, me reconforto en el pequeño brasero, quedo pensativo y escucho el ruido ensordecedor del agua que cae de las canales sobre el patio y me distrae saliendo de mi ensimismamiento.
El frío pasa, pero los recuerdos siguen machacando en mi cabeza, como el martillo en la bigornia, moldeando los hierros de las alegrías vividas, nostalgias imperecederas que me dan ánimo para seguir viviendo, me abrazo al cante, esa música que es lamento, pena y alegría, ese fuego imposible de apagar por las grandes olas de los océanos y mares de las incomprensiones. El cante es la luz que me guía por los caminos, faro que ilumina los senderos, hijo de desheredados y gente plebeya pero a la misma vez patricia solemne y bella música imposible de imitar, porque es la palabra de corazón pleno de sabiduría musical.
El cante es la conciencia de un pueblo, el que llevo dentro de mi, sin el que no puedo vivir. El cante es marea, viento y brisa, es desconsuelo, es desamor, es llanto compartido, es el alimento de mi espíritu.
Ha dejado de llover, todo está en silencio, por mi ventana asoma un tímido rayo de luna que ilumina la negra oscuridad de mi habitación, las estrellas descorren las cortinas nubosas y aparecen con su tintineo acompañadas de una imaginaria música de cascabeles.
En el oscuro silencio de la noche quedo sorprendido, oigo en el patio el tañer de una guitarra, no me lo creo, desconfío, puede ser un sueño, ¡ No es verdad ! escucho una guitarra y un cantar, es ella, está en el patio, abro la puerta y me asomo al corredor, mis manos se aferran al barandal frío y mojado y veo con mis propios ojos que cantan y bailan ¿ Quien son ? ¡ Son ellos! ¡ Los duendes de mi juventud! no los conozco, están encapuchados, ¡ Vienen vestidos de negro ! ¿Que traen en las manos? ¡No son crótalos y panderos! ¡Ya se van! ¡Se marchan!
¿A donde irán? Creo recordar esas figuras vestidas de negro, hace tiempo, cuando recorrí unos negros túneles de tinieblas donde los hermanos discutían y derramaban su sangre, ¡Qué barbarie aquella! Me tuve que ir a tierras lejanas ¡Qué de incomprensiones! Perdí todos los amores de mi vida, sentí un vacío en mi alma que no he podido llenar.
Ha dejado de llover, la noche fresca y húmeda está iluminada por las estrellas en el cielo y una luna llena que bosteza de cansancio al haber querido estar siempre presente para darme alguna compañía, me retiro a descansar en mi cama maltrecha y descuidada, no encuentro el sueño, sólo los recuerdos que me atenazan.
El día amaneció luminoso, estaba limpio, vestido de azul añil, inmaculado, sin mancha alguna, estaba acicalado para la espera de su amante Primavera. Las pocas macetas del patio, cuidadas con delicadas manos, estaban frescas y olorosas, aún conservaba su suelo mojado, herencia dejada de la noche pasada y se desperezaba secando su rostro con una suave brisa de rizos. Algunas puertas estaban entreabiertas dejando entrever sus cortinillas modestas. Empecé mi peregrinar diario por calles y plazas, un gentío bullicioso corría agitado, lleno de prisas, siempre las prisas, no se conoce nadie, ni unos amables buenos días siquiera ¡Cuantas costumbres y modales perdidos! nadie se detiene, te empujan y ni un perdón agradecido.
¿En donde están las tertulias vespertinas y matutinas? ¿En donde está esa charla íntima y agradable que te reconfortaba? Aquellas que eran signos de convivencia y fraternidad que propiciaba esa ayuda mutua y necesaria que es la solidaridad entre todos los hombres concepto esencial de la libertad.
Estamos llevado de la mano por un mundo de prisas y conciencias materiales, donde florecen, en este jardín de la vida, egoísmos y envidias como la mala hierba que hacen marchitar la flor olorosa del amor puro y digno, síntoma inequívoco del respeto.
El sol del mediodía empieza a calentar y con mi paso cansino tomo la vereda más corta para poder llegar cuanto antes para poseer el descanso reconfortante del que es ya compañero inseparable por tantos años vividos.
El día se ha marchado acompañado de la luz del atardecer, las calles vuelven a estar solitarias, el gentío ha desaparecido como por ensalmo, se ha recluido en los panales de hormigón que aíslan y desorientan la convivencia humana propiciando y ahuyentando la comunicación necesaria, esa que debe estar presente para que seamos capaces de conocernos entre si, para que nos alejemos de una violencia engendrada en el nido oculto por la ausencia de la palabra. El patio vuelve a estar sólo, esta noche reina más oscuridad que nunca, al entrar en él oigo el ladrido de un perro que ha cortado en dos en negro silencio de la noche, subo las escaleras en silencio, es negro el silencio que me acompaña, el pasamanos esta frió, mas frió aún que mis manos faltas del calor de la juventud, con dificultad abro la vieja puerta, compañera inseparable de mi vida, esta pesada pero no se resiste dejándome paso al poco calor existente, no llego a cerrarla cuando vuelvo a oír el tañer de una guitarra, suena lejos, en la calle, me vuelvo y me asomo pero no veo nada, se alejan. Aún queda unas incipientes ascuas de carbón en el pequeño hueco de la cocina, las atizo ruborizándose ante mi presencia y es ese rubor el que acompaña a un pequeño puchero dándole el calor suficiente a un poco de caldo que me reconforta antes del descanso nocturno. Presiento algo, noto en mi interior, como si fuera a emprender un camino largo, muy largo, un camino de maravillosas luces que alumbran unas hermosas flores que crecen majestuosas en las lindes del sendero. ¡Otra vez han vuelto! ¡Entran! ¡Están en el patio! ¡Suben todos las escaleras! ¡Vienen por el corredor! ¡Es ella! La gitanita de piel morena y pelo negro como el azabache, como baila y canta, la hago pasar para que me acompañe, todos entran, la guitarra suena y las palmas al compás de bulerias y tangos, cantes de alegría y jolgorio. El cansancio me agota y quedo rendido.
Una luz radiante me ciega, me encuentro en compañía de una felicidad que me embarga todo el cuerpo, la flores de las lindes del sendero me embriagan con su perfume y la gitanita me coge de las manos, sintiendo unos escalofríos en mi interior, pero noto que mis manos no están frías, están ardientes como todo mi cuerpo, parece que mi andar flota entre nubes blancas como sabanas de Holanda, me siento dichoso, estoy feliz, han desaparecidos todos mis presagios de mi azarada vida, me he vuelto a reencontrar con los años mozos de mi juventud teniendo de cerca mi primer enamoramiento, mi amor soñado de toda la vida, aquel que no nunca encontré, ¡ Lo tendré para siempre ! ¡Será eterno!
Amaneció el día y el patio se encontraba callado, triste, las rosas y claveles de las macetas fueron acariciadas por el rocío de la mañana, corriendo por sus pétalos unas frescas lágrimas, notando la ausencia de un compañero que cada día se acercaba y con sus manos tocaba suavemente sus tallos. Corría un rumor en todo el barrio, aquel día el gentío no corría, se formaban corros y comentaban recelosos lo ocurrido. Aquel atardecer fue distinto a otros, en la torre las campanas tocaban con su sonido lúgubre a duelo.
Un coche tirado por dos caballos blancos, enjaezados con florones y negros mantones desfilaba por las calles solitarias, en las esquinas una joven mujer de ojos negros y pelo del color azabache, miraba atentamente la comitiva, por sus mejillas corrieron dos gotas de agua, lágrimas que humedecieron su alma sentida, ya no vería más su despacioso andar por las calles, aquel elegante hombre, señorial y humano como el que más, aquel de los consejos bienhechores, aquel que fue capaz de darlo todo a cambio de un beso y una caricia, aquel que un día incierto fue perseguido por las incomprensiones y las intolerancias, va sólo, sólo acompañado de la estela de lo sembrado en la besana de su vida, el amor a la libertad, el amor hacia los demás.
La gitanita sollozaba, enjugaba sus lagrimas con su pañuelo blanco, blanco como su pureza, salió corriendo por los callejones en la oscuridad del atardecer, cuando aparecía en el firmamento la luz tímida de la luna y las estrellas, que echaran de menos la compañía de la diaria mirada de unos ojos que transmitían la bondad hecha carne.
Transcurrirán los días y la semilla depositada en los surcos florecerán y darán tallos hermosos de entendimientos y se oirán nuevos cantes siempre cogidos de la mano de los orígenes donde nacieron: en el vientre fecundo de un pueblo sabio y milenario que es capaz de expresar sus sentimientos con una música que desgarra el alma y los corazones enamorados.

Desperté, todo había sido un sueño, un sueño que es la realidad cruel de la vida, la que nos da sinsabores y alegrías. Tenemos que seguir caminando aunque los senderos estén cubiertos de espinas que nos hieren los sentimientos profundos y hondos de nuestros comportamientos.

DURMIERON LOS OLIVARES

DURMIERON LOS OLIVARES


Tengo que agradecer a mi gran amigo Paco Vélez Nieto, compañero en años difíciles, gran poeta y critico literario la publicación de este poema y tener la ocasión de estar entre los grandes poetas del pasado y del presente en una antología editada por la Fundación José Manuel Lara.

                        Gracias Paco Vélez 

En un noche de luna
te di todo mi querer
desperté al amanecer.

Me quita el sentio
loquito me vuelvo
cada vez que te olvio.

Perdido en el olivar
entre luceros y estrellas
me puse a considerar.

Eres como la aceituna
verde eres amarga
dulce cuando maduras.

En la orilla del río
entre olivares verdes
perdí contigo el sentío.



ANITA SEVILLA

ANITA SEVILLA

 

 

 

 

 

 

  

 

                                                         LA PALOMA

 

                                                   Voló, Voló la paloma

                                                   en una triste mañana,

                                                   huyendo de la amenaza

                                                   a tierras americanas.

 

                                                   Cazadores furtivos

                                                   la paz hieren y matan,

                                                   voces teñidas de sangre

                                                   vuelan y no la alcazan.

 

                                                   Negros presagios lleva

                                                   la herida de sus alas,

                                                   y un triste Diciembre

                                                   la paloma descansa

                                                   en un lecho blanco,

                                                   blanco, como la nácar.

   

                                                   Descansó para siempre

                                                   en unas tierras lejanas,

                                                   muy lejos de su patria

                                                   con la pena en el alma.

 

                                                   La paloma jamás voló,

                                                   nunca regresó a su nido,

                                                   a su nido de esperanza.

                                   

 

SILENCIO

 

SILENCIO

En el silencio de noches oscuras,

De susurros callados y ocultos,

De claridades de tristes sombras:

Los sentimientos están dormidos

Embriagados por los lamentos.

                           

El silencio en la dormida callada

Otorga las negras oscuridades,

Embriagados por las penas

De los pensamientos ocultos,

En  las hondas claridades

De los oscuros sentimientos.

                     

En un amanecer sin sol

Todo es oscuridad.

En una noche sin luna

Todo es silencio.

              

Silencio que todo calle

Solo un canto

El del ruiseñor

En los alcornocales.

Silencio que todo calle

La puesta de un sol

Entre los duros roquedales.

             

Días sin sol, noches sin luna

Solo un murmullo:

El del agua cantarina

Que no quiere callar

Aun estando dormida

         

El tiempo callado,

El  tiempo adormecido,

La brisa acaricia en silencio

Los trigales dormidos.

        

Entre cielos y nubes,

Picachos y acantilados,

Duermen el sol y la luna

Entre silencios acariciados.

        

Estrellas sol y luna

Ríos, mares y océanos

guardan silencio

En un mundo despiadado.

         

El ruido es un arma mortífera

Que mata al silencio.

 

          

 

 

 

 

NOSTALGIAS

                            

 Para la mujer que mas

quise en el mundo: Mi Madre

                                 NOSTALGIAS

                        Tiempo pasado: nostalgias.

                        Cipreses, negro luto, erguidos.             

                        Alma lejana presente,

                        Traidora alma: recuerdos.

                        Tiempo pasado: ausente.

 

                        ¿Dónde estoy?

                                          

                        En el potro del tiempo, quiero.

                        No quedar quieto, andar.

                        ¡Ni memoria, esmerado celo!

                        ¡Ni estar parado, pensar!

                        Lucha interior, desasosiego.

  

                        Recuerdos lejanos, inertes.

                        Tiempo pasado que presagia,

                        En el túnel del tiempo: muertes.

                        Profundidad oscura: nostalgia.

                        Estar en el presente,

                        Vida duradera y larga.

                                          

                        Ancestros ya olvidados,

                        En  el tiempo lejano,

                        Por los días pasados.

                        Madre, la memoria ida,

                        Los sentimientos preñados

                        En oscuros túneles

                        De un tiempo sentenciado.

                                        

                        Lagrimas, llantos, añoranzas.

                        Pena de sentimientos,

                        Pena de sufrimientos,

                        Por la ausencia de la falta.

                                         

                                 ¿Dónde estoy?

 

                         En el potro del tiempo desbocado,

                         Que como rayo de luz corre,

                         Por los días arrebatados,

                         Con cuchillos teñidos de sangre

                         Y tambores de luto engalanados.

                                           

                         Cuando el tiempo pase,

                         Cuando los días se marchen,

                         Cuando el presente esté ausente,

                         En una vida duradera y larga,

                         Aparecerá la oscuridad: nostalgias.