CAIRELES
Un año más he recibido la única revista taurina editada en Barcelona que lleva el bonito nombre de “Caireles”, gracias a su Editor-Director Fernando del Arco Izco. Desde aquí mi enorme agradecimiento por esta repetida atención anual, y dado que no quiero estar ausente en los momentos inciertos que vive la afición taurina catalana estoy moralmente obligado el hacer unas pequeñas reflexiones, tomando como ejemplo el gran articulo del gran periodista y aficionado taurino Antonio Castañares Velasco publicado en ella y que transcribo, acerca de la construcción de la Plaza de Toros de las Arenas, hito histórico acontecido en la taurina Ciudad de Barcelona en el año de 1900.
Dice el dicho “Que todo pais que no tiene memoria histórica está condenado al fracaso” Y yo me pregunto continuamente, desde hace años, como es posible que los políticos actuales, en este caso los catalanes, con su independentismo a cuesta, estén tan faltos de memoria, a mí me gustaría recomendarles un repaso por toda su trayectoria histórica, no queriendo detallarla por no ser el momento ni el lugar.
Decía el líder estadounidense Booker Tallaferro Washington que “En las cosas que son puramente sociales podemos ser tan diferentes y separados como los dedos, pero hemos de ser uno solo como la mano en todas las cosas esenciales para el progreso mutuo”. Este líder de raza negra, fue liberado de la esclavitud en su infancia, y fue tan grande su experiencia que cientos de escuelas e instituciones locales llevan su nombre.
Pero en este pais, incluida Cataluña, es todo lo contrario, caminamos hacia un mundo distinto, donde la cultura y los valores de comportamientos acuñados a través de siglos no representan valor alguno, y cuando representan algo son politizados en función de una idea ultra conservadora, esto no lo escribe un nostálgico a ultranza, sino un progresista creyente en nuestros valores de los cuales se siente muy orgulloso.
Esperemos que los políticos catalanes olviden y dejen en un rincón los mal interpretados valores políticos y sean capaces de rectificar, esto no lo creo, pero al menos den una respuesta enmascarando la rectificación para que pronto se den toros en Barcelona.
HACE 112 AÑOS BARCELONA
INAUGURÓ UNA PLAZA DE TOROS
ANTONIO CASTAÑARES VELASCO Periodista y aficionado taurino
¡Cómo cambian los tiempos! El 29 de junio de 1900, cuando concluía el siglo XIX y estaba a las puertas una centuria tan complicada como a la postre sería el siglo XX, Barcelona inauguró una bellísima plaza de toros. Una plaza que entonces era el orgullo de la ciudad y de los aficionados a lo que pronto sería un arte. Un coso que ya entonces hacía de lugar de encuentro con aficionados de más allá de Cataluña y, en aquella fecha tan señalada, con gentes venidas de Nimes.
Barcelona, hasta entonces, sólo contaba con una plaza ya claramente anticuada: la de la Barceloneta, que vio la luz en 1834. La nueva, por tanto, era una plaza de toros muy esperada en una ciudad que había experimentado un gran crecimiento económico y contaba con una afición numerosa y entendida en una etapa del toreo en plena progresión. No está de más recordar que el último tercio del siglo lo había llenado la competencia de Lagartijo y Frascuelo, y en 1899 se acababa de retirar Guerrita, una figura cenital. Se acercaba la época de "los naides", en palabras del Guerra, pero década y media después comenzaría la Edad de Oro del Toreo.
En plena ebullición taurina se sentía que el nuevo coso iba a marcar un hito y por ello la revista Sol y Sombra, que vio la luz de 1897 y sería un paso adelante muy importante en el periodismo taurino por sus reportajes fotográficos, dedicó a la construcción de las "Arenas de Barcelona" nada más y nada menos que siete sucesivos reportajes, y ocho con la reseña de su inauguración, el primero en su número 151, aparecido el 1 de marzo de 1900, y el de su bautismo como coso taurino, en el número 171, de 8 de julio, que tuvo carácter extraordinario porque la ocasión lo merecía.
Gracias a esos reportajes sucesivos se pueden seguir paso a paso las vicisitudes de la construcción de la plaza, que duró ocho meses, pues comenzaron los desmontes y movimientos de tierra el 9 de octubre de 1899, y se concluyó la obra el 15 junio del año siguiente.
Nos explica en el primer reportaje Juan Franco del Río, corresponsal de la revista en la Ciudad Condal, que: "Mucho tiempo hacía que estaba en proyecto la construcción de una plaza de toros que correspondiera a la importancia de la segunda capital de España -¡qué dirían hoy Artur Mas, Carod Rovira y demás compañeros mártires!-, digna por todos los conceptos de un pueblo donde tan extraordinario incremento ha tomado la afición a los toros, organizándose todas las temporadas un número de corridas muy considerables... "
Al efecto, a fines de la temporada pasada, se reunieron en íntimo banquete los técnicos que en la construcción de la nueva plaza habían de intervenir, varios caracterizados aficionados, algunos revisteros y el actual empresario de la plaza vieja, estudiándose los planos, quedando todos los concurrentes altamente satisfechos, tanto de la forma arquitectónica que había de dársele, como de las infinitas comodidades que público y lidiadores disfrutarían, pues la idea es construir un edificio que, tanto en hermosura como en todo lo necesario al toreo, pueda competir con el mejor de los existentes. No hay que hacer constar que los aficionados catalanes están de enhorabuena".
Y continuaba el cronista: `Por fin tendrá Barcelona la plaza de toros que le corresponde, y el indigno barracón de la Barceloneta, al no desaparecer; quedará para competir con el circo ecuestre en pantomimas y trabajos acrobáticos, o a lo sumo en becerradas u otros espectáculos taurinos de escasa importancia".
La nueva plaza se ubicaba en un sitio privilegiado pues Juan Franco nos cuenta que: "Muy acertados han estado los señores propietarios y directores de las obras en la elección del terreno para el emplazamiento del nuevo circo taurino, pues se encuentra éste en la manzana comprendida entre las calles Cortes (Gran Vía), Diputación, Llansá y Tarragona, estando, por tanto, en los extremos del ensanche, por el lado de Sants, siendo de esperar que en lo venidero sea uno de los puntos más céntricos, más animados y de mayor tránsito de la nueva ciudad".
Se eligió como estilo constructivo el mudéjar, consustancial a las plazas de toros decimonónicas, y la fachada principal, que resultaría imponente, daba a la Gran Vía. A ella se llegaba por dos rampas de unos 18 metros de anchura y una espaciosa escalera en el centro de las referidas rampas. El edificio abarcaba un diámetro de 97 metal ruedo, una vez concluido, medía 52, siendo su altura de 17 metros y el aforo previsto de 16.500 espectadores cómodamente sentados pues cada localidad medía 45 centímetros de ancho. Iba a ser por tanto, la plaza más grande de las existentes la de más moderna concepción.
Otros datos interiores del nuevo coso contaría con 21 filas de tendido, con un pasillo en mitad del tendido de más de un metro de ancho el que desembocaban ocho vomitorios. Tenia un primer piso en el que estaba la grada cubierta, con una delantera y cuatro filas de grada, y un segundo piso con los palcos y los antepalcos, en el que además de la presidencia, se ubicaría la prensa y médicos. Estos palcos iban a ser de gran belleza con columnas de hierro forjado.
La altura de la barrera era de metro y medio y el callejón medía dos, contando con diez chiqueros y una cuadra con capacidad para 65 caballos, no hay que olvidar que no existía el peto y la suerte de varas, en aquella época, resultaba singularmente sangrienta para los pencos. Además, con cinco corrales, con capacidad para albergar el mismo número de corridas, tenía patio de arrastre y lugar para prueba de caballos.
La plaza estaba dotada de una moderna enfermería para entonces, sala para enfermos nueve camas, capilla y restaurante. Concluía Juan Franco del Río que: "Muy orgullosos tienen que estar los Sres. Font y Carreras (arquitecto), Hons (contratista). Marial (director gerente de la obra), de haber llevado a cabo sus propósitos, haciéndose acreedores al aplauso de la afición barcelonesa.
Las obras de la nueva plaza avanzaron a muy buen ritmo y quedaron concluidas, como se ha indicado, el 15 junio de 1900. Era una plaza hermosísima y los materiales empleados eran piedra de Monjuich y ladrillos, y sobre estos, en la parte superior de las arcadas, azulejos de Valencia de distintos colores y dibujos y tonos diferentes en cada piso. Las arcadas, 52 en la planta baja y primer piso, eran más pequeñas y dobles en el segundo, y estaban pintadas en blanco y rojo, con almenas rematando el edificio, dominando el rojo oscuro del ladrillo el fondo de la fachada. La puerta grande era ciertamente espectacular y llevaba el escudo de la ciudad en relieve. Las obras costaron 780.000 pesetas de entonces, por 870.000 los terrenos, lo que da idea de la magnitud de la obra y del lugar privilegiado del emplazamiento.
Así llegó el 29 de junio y con un extraordinario ambiente se celebró la corrida inaugural, en la que se lidiarían reses de Veragua, para Mariano Ledesma e Isidro Grané como rejoneadores y a pie Mazzantini, Conejito y Antonio Montes, que sustituía a El Algabeño, que estaba herido. Dos días después, el 1 de julio, se celebraría la segunda corrida, ahora con toros de Saltillo y Antonio Fuentes y los dos hermanos Bomba en el cartel: Emilio y Ricardo.
En la Plaza de Las Arenas se dieron festejos durante 77 años -el último se celebró el 19 de junio de 1977-, aunque no duró mucho tiempo su privilegiada situación en el panorama taurino barcelonés y español pues en 1914 se inauguraría la efímera Plaza de El Sport, que dos años después se ampliaría para ser rebautizada como Monumental de Barcelona, esa plaza tan llena de historia que la intolerancia y el desbarre nacionalista ha cerrado.
Nosotros, cuando nos hacemos eco del nacimiento de Las Arenas -de la que hoy, adulterada, sólo se conserva su fachada pues fue convertida en centro comercial-, queremos reivindicar la Barcelona taurina, a una afición que, por serlo numerosa, entendida y fiel, no por ello se sintió menos catalana por sentirse también española.
A la vez nos sentimos partícipes y por tanto solidarias con los catalanes de hoy que aman la Fiesta en una lucha que no ha hecho más que
comenzar: la lucha contra la intolerancia; la lucha contra la hipocresía de quienes prohíben las corridas no por defender al toro, sino por atacar a cultura española; la lucha por la defensa de las libertades personales y colectivas...
Siento la Fiesta como lugar de encuentro y de amistad y por ello recuerdo a mis amigos catalanes aficionados al arte del toreo, y por ello siento que volveré a ver toros a no mucho, tardar en Barcelona.
Distintas fases de construcción
Inauguración
Restaurante el interior de la Plaza
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