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CRUZANDO EL PUENTE

MANOLO CARACOL, UN CANTAOR DE LEYENDA

MANOLO CARACOL, UN CANTAOR DE LEYENDA

 

 

MANOLO CARACOL, UN CANTAOR DE LEYENDA

 

 Manuel Ortega Juárez sigue estando presente, el  que fue  tataranieto del  Planeta y biznieto  de  Curro Durse, Manolo Caracol, como  se le conoció artísticamente, es la hoja perenne del arte hecho cante, la  belleza de su voz no acaba nunca, es eterna, como los Dioses del Olimpo y el Dios de Judea, la que será eternamente  escuchada, acariciando los oídos imperdurables de la afición. Música bella y majestuosa la que  salía de su  garganta, voz rota, desgarrada, asida al sentimiento más profundo de un sentir y de un estar, cobijada a la sombra  de la templada  temperatura de los aires del sur, tierra fecunda de majestuosidad y arte. Genio del cante, el eco de su voz suena en nuestra memoria como un ayer de hoy, persiste y sigue viva, es inmortal el sonido de su alma sobrecogedora.

Bienvenido a un Congreso dedicado a su inmortal figura que nos brinda la oportunidad para entrar en lo más profundo de su sentir para que se establezca un debate constructivo en torno a su persona, a su cante y la época en la que desarrolló la magnificencia de su personalidad arrolladora y creadora  en nuestra reciente Historia del Flamenco.

SU PERSONA

Autoritario en todos sus comportamientos, exigente consigo mismo,  firme en sus actitudes, pero no falto de una bondad extrema y muy en particular hacia los suyos: a su familia, una herencia legada por un clan entroncado de artistas, la de los Gallos, su padre también fue cantaor y mozo de espadas del genial Joselito al que un toro le cegó la vida en Talavera,  y un nombre artístico ocasionado por una anécdota  de las tantas que se dan en la raza gitana, ¡Si!  La raza gitana de las gentes del  sur, como el mismo confeso en una entrevista que le realizó Julián Cortes Cabanillas en la década de los años sesenta para el diario ABC.

 

 Manolo, ¿Cuéntame por qué te llamaron, te llaman y te llamas "Caracol"?


-Porque mi padre, cuando chico, estando un día en Cádiz en casa de su tía la "Señá Gabriela", madre de los "Gallos", tiró un pelotazo en una olla de caracoles que se estaban guisando. Y como la tía dijo: "¡Sabía que esto iba a pasar, "Caracol"!, de ahí este apellido, que se convirtió en nombre artístico.

              Lejos queda ya aquel Concurso de Cante Hondo del año 1922, celebrado en al granadina plaza de los Aljibes, promovido por nombres tan insignes como Falla, Turina, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Oscar Esplá, entre otros, en el cual destacó de una forma indiscutible un niño sevillano de las Lumbreras, que en el transcurrir del tiempo abriría surcos hondos y profundos con su voz, y hacer del cante algo genial al estar dotado de una personalidad fuera de lo común.

           Su personalidad fue muy discutida en todos lo mentideros del Arte, siendo su persona objeto de la inquina, pero todo el mundo calló cuando fue consagrándose como un genio, algo que no supieron ver algunos, y que después lo aceptaron. Los Genios siempre serán discutidos y sin lugar a dudas Manuel Ortega Juárez fue uno de ellos.

SU CANTE

Tenía un conocimiento absoluto del flamenco, lo más sorprendente de su persona era el arrojo con que cantaba, ponía una garra electrizante a todo lo que hacía. Su transmisión era incontenible, desarrollada a través de la fuerza, por la vigorosidad que imprimía a los cantes. Sentimientos cobijados en lo más hondo de su ser cuando ejecutaba el cante por seguiriya y la grandeza creadora de sus fandangos que ya fueron para siempre caracoleros o en los cantes por fiestas dotándolos de un ritmo y compás que acompañados por la carismática personalidad del eco de su voz,  sonó a algo distinto a lo escuchado en las fuentes creadores de sus antepasados, pero enriquecidos al haber saciado su sed de conocimientos en los veneros del agua clara de aquellos que habían dejado una huella indeleble en la expresión de los sentimientos con el cante.

Pero Manuel Ortega Juárez llegó al infinito de su creación, escenificando una música, aquella que fue puesta en tela de juicio por pensadores e intelectuales de épocas pasadas, siendo su persona aún niña, en aquel lejano Concurso de Cante Hondo la que abrió senderos y caminos para acallar las voces y lamentos de aquellos que veían en nuestra Autóctona Cultura Musical un desprestigio de las manifestaciones sociales augurando maleficios y malas artes en los comportamientos humanos.

A Manolo Caracol  la historia le tiene reservado un lugar, no sólo por haber aportado al Flamenco su cante dotado de un estilo inigualable, sino por haber  confirmado a todo lo largo de su carrera, el lugar que le correspondía a estas manifestaciones artísticas, que no son otras que las formas del sentir de un pueblo que estaba sumido en la lejanía por el abandono de este reconocimiento artístico.

El año de 1922, fue un año crucial y su protagonista no fue otro que aquel niño sevillano del barrio de Las Lumbreras Manuel Ortega Juárez, cambiando de rumba una nave que surcaba los mares a la deriva, creando con su genialidad una aportación nueva y nunca vista: la estampa escenificada, donde se mezclaban baile, cante y teatro junto con una orquestación completa.

Desgraciadamente se nos fue joven por aquel desgraciado accidente de trafico, solo contaba la edad de 64 años. El mundo artístico del Flamenco sufrió un movimiento telúrico, se había ido uno de los más grandes creadores de nuestro pasado Siglo Veinte

SU EPOCA

        En el comienzo de s. XX  el año de 1909, el de su nacimiento, en la sociedad española se avecinaban mares de turbulencia,  el 18 de Mayo de este mismo año, falleció un genio de la música como fue Isaac Albeniz, y a los pocos días de su nacimiento, 26 de Julio, estalla en Barcelona la Semana Trágica, antecesora y preludio de lo que acontecería veintisiete años más tarde. Manuel Ortega Juárez nació en una época totalmente convulsa por los movimientos sociales, si bien llegado los años veinte se iba a producir un gran movimiento intelectual reivindicativo de las manifestaciones de las gentes del sur, donde afloraría un pensamiento defensor de las manifestaciones artísticas del sentir del pueblo andaluz, siendo lugar a dudas Manolo Caracol como tantos otros, un exponente artístico producto de la situación creada. 

          El Concurso del año de 1922 celebrado en el Patio de los Aljibes de la Alambra Granadina no exento de polémicas para llevar a cabo su celebración, fue un acto más de esta reivindicación intelectual de pensamiento, una apuesta para demostrar a las generaciones anteriores, aquellas que se habían opuesto radicalmente a esta expresión artística, la riqueza musical que esta atesoraba.

          El Concurso se llegó a celebrar, a pesar de las trabas impuestas, apareciendo un joven protagonista que con su maestría y genialidad a lo largo del discurrir del tiempo puso de manifiesto la razón de aquellos que solicitaban el derecho propio del ser de un pueblo en sus manifestaciones artísticas.

 Manuel Ortega Juárez, aún joven y sin saberlo contribuyó a conseguir aquellos fines para la consolidación de estos pensamientos. Cierto que en él se dieron unas condiciones naturales que no poseían otros y al entrar en competencia artística con El Tenazas de Morón, hombre ya mayor, contaba 72 años y la poca proyección que le iba a reportar el Concurso, debido a su edad, allanó el camino para engrandecer años más tarde la genialidad de su figura. 

        Pero llegó una etapa decisiva en la cual Manuel Ortega Juárez alcanzó el reconocimiento no solo de la afición, sino de todo un publico entregado incondicionalmente a su arte.

       España estaba sumida en una posguerra, en la tristeza de la escasez y la penuria existente, aquellos cuartos de cabales para la diversión de unos pocos vinieron a su fin, y es aquí cuando Manolo Caracol dotado de creatividad constante escenificó el flamenco, poniendo de manifiesto sus actitudes teatrales, creando algo distinto a lo visto hasta entonces.

      El Cine Español hasta entonces incipiente lo captó llevando y trasladando su imagen a todos los rincones para ser conocido por todos aquellos que quedaron cautivados por una música para muchos conocida, pero no participada con su asistencia.

      El éxito de esta genial idea trajo como consecuencia un reconocimiento no solo nacional sino internacional, alcanzando el flamenco una fama hasta entonces desconocida.

      Sin lugar a dudas Manuel Ortega Juárez conocido artísticamente como Manolo Caracol fue el precursor de unos modos y actos a los cuales le siguieron muchos reflejados en éxito obtenido.  

CONSIDERACIONES

        Bajo la perspectiva de la persona, del cante y de la época de Manolo Caracol, estamos obligados el hacer una serie de consideraciones para que podemos entrar en el análisis del fenómeno producido, estableciendo un debate que nos lleve a aclarar algunos conceptos con los cuales podamos engrandecer aún más lo que significó su arte en el mundo del flamenco.

Tendríamos que hacernos una serie de preguntas sobre el hecho de llevar el Flamenco al escenario del Teatro:

       Desde la perspectiva de los conceptos de hoy en día que tenemos acerca del Flamenco:

¿Aportó Manolo Caracol más al Flamenco que a la Copla?

¿O aportó más a la Copla que al Flamenco?

¿Fue más copla que Flamenco lo que llevo al escenario?

Cómo tendríamos que significar a Manolo Caracol

¿ Mas flamenco que coplero o más coplero que flamenco?

¿Sus seguidores eran flamencos o aficionados a la copla?

¿O más copleros que flamencos?

¿O supo conjugar la copla aflamencadola, creando algo nuevo?

¿Estaría hoy en día este echo bajo los conceptos de lo que entendemos por Flamenco?

 

Establezcamos el debate siempre constructivo en función de estas consideraciones.

 

Su cante un desgarro.

Su voz: acero templado.

En campos de nardos,

De cantes sembrados.

 

Alhelíes y clavellinas,

rosa y clavel perfumado,

en alamedas mantenidas

Con su cantar amado.

 

Suena el eco de su voz,

Como el murmullo de un río

De agua clara: Que son,

Sus cantes siempre míos.

 

En un día de Febrero,

A los cielos subiste;

como ángel custodio, 

Un mes siempre triste.

 

Una pena contenida:

melancólica agonía

De una pena sentida.

 

Caracol es su nombre

en los altos cielos está

su embrujo, un siempre

En nosotros se quedará.

Siempre, siempre, hasta

el fin de los tiempos:

   ¡ La Eternidad!

 

 

                                                                I

 

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