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CRUZANDO EL PUENTE

El Niño Sabio de Triana

 

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Paseando por Triana, mi barrio, en mas de una ocasión, me detengo a leer algunas de la placas en  cerámica que existen en muchas de sus calles en recuerdo de tantos y tantos personajes que ha dado esta singular y universal parte de nuestra ciudad.

Me ensimismo y cabalgo entre los recuerdos de un tiempo ya pasado.

Cuantos recuerdos íntimos y populares se asoman al balcón de mis pesares, viendo como la vida pasa y se acaba sin que en la mayoría de las veces no se haya hecho una justicia sana y verdadera no guiada por intereses efímeros e innecesarios, ya que la realizada solo ha obedecido a la gran Comedia Humana, a la que estamos todos sometidos por el comportamiento cruel e inconsciente que con sus actitudes tiene la mayoría de las veces el ser humano.

En los momentos actuales dónde los  valores humanos están en una ausencia permanente, me viene a la memoria un hombre del que desde mi niñez oí hablar de él constantemente al ser mi madre una fiel seguidora de su obra, no sólo poética, sino por su la labor humana con el barrio de Triana.

Este no es otro que José María Romero Martínez, el cual lo tuve presente, no solo por los recuerdos íntimos de mi infancia, sino al leer en los medios de comunicación que iban a beatificar a todos aquellos que fueron victimas de una sola parte de nuestra desdichada Guerra Civil, mientras otros siguen con su pena en el alma, y sin justicia alguna para rescatar a sus seres queridos enterrados aun en las cunetas o en las Fosas Comunes de nuestros cementerios.

Ante todos estos acontecimientos no tengo mas remedio que entrar en una serie de análisis y hacerme estas preguntas:

¿Cómo es posible que sucedan estas situaciones?

¿Como es posible que se hagan declaraciones que esto es parte de la reconciliación?

En este país no ha cambiado nada, absolutamente nada, creemos que estamos en Democracia, y es totalmente falso, domina sólo el poder del dinero, el cual tiene más influencia que el poder político, y seguimos homenajeando a aquellos que fueron los responsables de una Guerra Civil al derrocar a un Poder legalmente establecido.

Lo sensato hubiese sido el reconocer a todos por igual, dándole a cada uno el sitio que le corresponde, en el ámbito y el lugar de sus creencias.

Estamos en el mismo lugar que antes, aquel por el que un Intelectual como José Maria Romero Martínez luchó tanto y dio su vida.

Yo lo que puedo ofrecerle es solo tenerlo en el recuerdo, ya que otra actitud seria inútil, ni una mísera Placa de reconocimiento a su persona por el barrio a que tanto le dio.

A ti José María

Poeta de insigne figura

Guardián de pensamientos nobles

Te tendré siempre en mi memoria

Al ser una gran y humana persona

 

Aquellos tiempos pasaron

Pero lo sembrado con tu poesía

Siempre será eterno

Como tu comportamiento humano

 

José María Romero Martínez, nació en el número 11 de la calle de Sevilla, en Olivares, a las 3 de la madrugada del 3 de octubre de 1893. Era el cuarto de la decena de vástagos que, engendró el matrimonio compuesto por el notario público de la villa Miguel Romero Sánchez, natural de El Jabugo, y María del Carmen Martínez Arellano, gaditana, feligresa del Sagrario de la Catedral de Sevilla, casados el 25 de abril de 1886 en la hispalense Omnium Sanctorum. Once días después fue bautizado por el primer cura propio que tuvo la «parroquial iglesia mayor», el Presbítero D. Isaías Álvarez Barrera. Le impusieron los nombres de José María Antonio Teodoro Cándido del Sagrado Corazón de María.

En 1908, la familia Romero se traslada a Sevilla, donde el padre obtuvo plaza de notario. Fue matriculado en el colegio del Santo Ángel y en 1910 José María comienza los estudios de Medicina, concluidos con premio extraordinario en 1917. 
Una vez terminada su carrera se instala como médico en la popular calle Pureza de Sevilla, dónde muchas veces no sólo no cobraba por sus consultas sino que pagaba de su bolsillo las medicinas a quién lo necesitaba. Se le conocía como “el niño sabio de Triana”. 
Desde mediados de los años veinte, una vez concluido el doctorado despliega una amplia y fecunda labor profesional como médico de la beneficencia provincial, como subdirector del Manicomio, como profesor auxiliar de la Cátedra de Histología, además de ser pionero y miembro de la Comisión Científica de la Liga Española contra el Cáncer.

Aunque escribía desde los diez años su vocación literaria se consolida en sus años de estudios en la universidad. Por entonces publica en las revistas como La Exposición y Andalucía y diarios como El Liberal de Sevilla. Ingresa en el Ateneo, que en 1915 le otorga La flor Natural en los Juegos floreales por su “Canto a la Paz”.

 

¡ Oh fruto del divino Paracleto

ven a apagar el fuego que ha encendido

en el alma del hombre de la locura.

Hermana del amor y la armonía

Que renazca la dicha en el espíritu

Y el corazón airado ame de nuevo

Las serenas palabras fraternales

Que tu ramo de oliva dulcifique

Esta inquietud mortal de la discordia,

Y que triunfe en el alma el pensamiento

De que todos los hombres son hermanos.

 

En 1927, como vocal de la sección de literatura del Ateneo organiza el encuentro de jóvenes poetas españoles que reivindican a Góngora en el tercer centenario de su muerte.

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Serrano inmortalizó fotográficamente el acto; en el que aparecen centrados José María Romero Martínez y el presidente del Ateneo, Blasco Garzón; y a sus lados, Alberti, Lorca, Chabás, Bacarisse, Jorge Guillén, Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego. Tras el fotógrafo se situaban Cernuda, Villalón, Salinas, Porlán, Adriano del Valle, José Bello, Amantina Cobos, su marido el pintor Villalobos, Alejandro Collantes, Romero Murube, Labrador, Llosent, Espina, Fernández Almagro, Muñoz San Román, Laffón, Bacarisas, el torero Sánchez Mejías, Juan Miguel Sánchez, Lafita, Majó, Núñez Cabezas de Herrera, Tamayo y José de la Peña, entre otros.

Constantes las alusiones al pueblo natal, en “Romances de Primavera” ensueña, con bucólica suavidad, el despertar al amor y la belleza, y el dolor terrible por la muerte de una antigua novia que lo vio partir hacia la conquista de la fama.

Me encontraré esta noche en la ciudad lejana, 
sin la luz de tus ojos ni el calor de tus manos;
entre el bullicio alegre, por las extrañas calles [...]. 
Y en mi alma se agota, sin cesar; el deseo
de que el tren se detenga y volver a tu lado. 
El tren no se detiene. El tren sigue sigue su marcha.
 

Entregado al ejercicio profesional, sus inquietudes políticas, por convencimiento y amistad, se iban acercando a las tesis del cambio político que habría de verificarse en 1931, siendo elegido en 1936 secretario provincial de Unión Republicana, el partido de Martínez Barrio, y ocupando, sólo unos días, durante el Frente Popular, el cargo de gobernador civil de Sevilla. 

El trío formado por Romero Martínez, Puelles y Blasco estaba pronto a desaparecer: José María Romero y Puelles (Presidente de la Diputación Provincial) son fusilados el 19 de septiembre de 1936.

1 comentario

MARICARMEN ROMERO SUÁREZ -

Soy nieta de José María Romero Martínez, y me encantaría charlar con usted. Me ha emocionado mucho lo que ha escrito. Gracias!!